Cataluña

La catalanidad en el corazón de Las Ventas

- Las Ventas. 15ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de las ganaderías de Baltasar Iban, de poco juego y a menos. Lleno. - Eugenio de Mora, de caña y oro, estocada buena, aviso (saludos); estocada (saludos).- Serafín Marín, de azul cielo y oro, estocada caída (saludos); dos pinchazos, estocada (silencio).--- Luis Bolívar, de verde botella y oro, pinchazo, estocada desprendida (silencio), tres pinchazos, media atravesada, aviso (silencio).

Peculiar paseíllo en Madrid con Serafín Marín ataviado de barretina y senyera, junto a De Mora y Bolívar
Peculiar paseíllo en Madrid con Serafín Marín ataviado de barretina y senyera, junto a De Mora y Bolívarlarazon

Quién nos iba a decir que resultaría lo más polémico de la tarde, lo más interesante, el argumento más sólido del festejo: La salida de Serafín Marín al ruedo de Madrid ataviado con barretina en vez de montera y la senyera arropada al cuerpo a modo de capote de paseo. Pura catalanidad en el corazón de Madrid. Porque se puede ser catalán y torero, y aficionado y apasionado y respetuoso con las cuestiones ajenas. Reivindicaba Serafín así ese sentimiento que le hizo darse al toro sin dar la espalda al lugar del que es, donde nació y por el que saca pecho. Una mayoría aplaudió el gesto hecho a los pies de San Isidro, en su feria, y algunos pitos mostraron disconformidad. ¿Desconocimiento? No está muy claro. El hecho es que esta revuelta que nos llega desde Cataluña en contra de los toros aviva los fuegos que parecían calmados. Polémicas aparte. El festejo poco nos vino a ofrecer. Entre poco y nada, ahí queda la triste historia, el escueto resumen de dos horas justas de festejo. (Cómo se agradece para el cierre del periódico). La corrida de Baltasar Iban, que pasó entera, esto en esta feria es de mención, desarrolló parecido comportamiento toda la tarde. Sosota, yendo y viniendo, sin entregarse nunca, más bien a golpe de salto descompuesto. Poco tenía que decir y poco dijo. Algunos fueron a peor, como el sexto, que andaba más listo para saber dónde estaba el torero. Sitio y hora exacta quería. Le cayó al colombiano Bolívar, que también se las vio con un tercero complicado. De vértigo, por la mínima distancia que hubo entre toro y torero, fue el pase cambiado por la espalda. Y hasta ahí podemos leer. Cambió el toro, se orientó en el viaje y Bolívar tiró de oficio y de ánimo de aclararse el panorama. Con el cartucho del «pescao», tan poco frecuente por estos lares, comenzó la faena al tercero. Y por naturales se decidió a proseguir, olía a apuesta, pero quedó más que nada en pelea. Se las sabía el toro antes de empezar. Lo mejor que hizo Eugenio de Mora fue rematar su actuación con dos soberanas estocadas. De premio y de nota. Lástima que no fueran el colofón a ninguna obra de arte. Mayores bríos vimos tal vez con el primero. No tenía clase el toro pero pasaba el encuentro, rebotado a veces, ligero otras, pero dejaba ligar los pases. Así lo entendió De Mora alguna vez, en alguna tanda, pero antes de que la historia alzara el vuelo, se perdió por el laberinto de intentos de circulares a destiempo. Y la eternidad. Se echó de rodillas para prologar la faena al cuarto. Volvía el toledano por sus fueros. Fue un ardor efímero. Del afán pasamos al barullo ante el toro sosote que punteaba el engaño. Quizá el mejor de la tarde le cayó a Serafín en segundo puesto. Se desplazaba el toro por el izquierdo. El catalán construyó el trasteo a partir de los naturales, los primeros de acople, como si estuviera descubriéndose con el toro y otros de temple y largura. Lástima que todo esto fuera a menos, y que el calor que se estaba fraguando no diera ni para cenizas. Apostó por el quinto desde el centro del ruedo. Pero calidad ninguna tenía el toro, se iba la tarde, la corrida y en el horizonte, como si empezara de nuevo el festejo, la imagen de Serafín Marín con su barretina, y su senyera. Y uno piensa en la delicia que supone pasarse una tarde de toros por la Monumental. Monumental de Barcelona, que no quepa duda. Ya lo llevaba escrito a fuego Serafín en su bandera: «La libertad no se prohibe».