Bruselas
Esto no es la Revolución por Alfonso Merlos
Euforias innecesarias y sectarismos incontenibles al margen, la victoria de Hollande es menos determinante de lo que parece. Las lecturas de la derrota de Sarkozy, así como de su influencia para europeos en general y españoles en particular, tienden al exceso, a la miopía, al ventajismo y, en última instancia, al error.
Es mentira, como ha apuntado Elena Valenciano, que hoy comience a levantarse un muro de contención contra las políticas neoliberales que presuntamente han generado la crisis internacional. Es una falacia, todavía mayor, que asistamos al ascenso de un socialismo que va a permitir recuperar el espíritu del que los padres fundadores dotaron a las instituciones comunitarias. Y raya el disparate señalar, como está haciendo patéticamente el PSOE, que «Merkozy» había contribuido a deformar la fisonomía del viejo continente para hacerlo insolidario, presentarlo deslavazado y, en fin, entregarlo a los poderosos.
De ninguna manera habrá una revolución en la relación Madrid-París. O sea, no estamos ante ninguna variación brusca ni transformación radical ni ruptura profunda respecto al pasado más inmediato. Sólo de un análisis acalorado o desenfrenado se puede desprender que Rajoy y Hollande se han marcado objetivos opuestos que terminarán chocando y generando venenosas desavenencias. Al contrario.
Francia, como España, aunque con significativos matices, está económicamente estancada. Las expectativas de crecimiento de nuestros vecinos, sin ser tan desastrosas como las nuestras, son lamentables. Las proyecciones de desempleo, sin ser tan dramáticas, son durísimas. Los problemas de inflación se atisban igualmente acuciantes. El panorama para la emancipación personal y el desarrollo laboral de los jóvenes es desolador ¡Y qué decir de las dificultades para contener la deuda pública gala!
Con este cuadro, que tan familiar nos resulta, pensar que La Moncloa y El Elíseo van a presentar hojas de ruta antagónicas para la salida de la crisis es engañarse. Es verdad que los socialistas propugnan un programa económico que incluye un nuevo papel para el BCE, o que apuestan por gravar las transacciones financieras, o que proponen un aumento de la fiscalidad de la banca, o que defienden la figura del eurobono como herramienta para financiar vastos proyectos de infraestructuras.
Pero también lo es que el Partido Popular, como la CDU alemana, viene de un tiempo a esta parte sopesando los daños colaterales de una austeridad desbocada en la eurozona. Y que lo está haciendo a la luz de los mensajes y los indicadores que llegan de Estados Unidos o de núcleos de poder tan condicionantes como el Fondo Monetario Internacional.
Ni el señor Rajoy es el último mohicano de la contención en el gasto ni el triunfante Hollande se va a pasar la consolidación presupuestaria por el Arco del Triunfo ni Bruselas se dispone ya a expiar los pecados de los recortes, apenas anunciados y ejecutados. España y Francia se sentarán y discutirán si los calendarios de ajuste deben o no ser revisados. Pero ojo a los que jalean para cambiar el incómodo paso de la oca en plena marcha. Las lesiones de rodilla pueden ser irreversibles.
Alfonso Merlos
Director de informativos de 13TV y doctor en Derecho Internacional
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