Sevilla

El Juli el día de la Resurrección

Los truenos sonaron como preludio. Antes de nada. Antes que todo. Atronó el cielo. Para dentro, para fuera, cada vez más negro. Tan negro, que casi a la vez que sonaban los timbales para alumbrar el festejo, tan bonito cartel, tan emblemática fecha: Domingo de Resurrección en Sevilla, se desplomó la ilusión de la primavera con el aguacero. Qué manera de llover. Morante de la Puebla, de fucsia y azabache, pintaba que de estreno, ya en el ruedo.

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Calado el tendido, en la huella que deja un paraguas tras otro. Fue un toro, el de La Puebla, el que abrió plaza, el de Daniel Ruiz, que saltó a la Maestranza como la divisa de luto por el reciente fallecimiento de Juan Pedro Domecq. Un minuto de silencio hubo para su recuerdo. Morante pasó discreto ante ese toro que ni fue malo ni bueno.

Hasta el quinto, en verdad, tuvimos que esperar para la resurrección. Para dar sentido al sinsentido de esta Fiesta nuestra protegida ya en el país vecino. BIC en Francia. No grata en la amada Cataluña por capricho político. El Juli creyó en el quinto más allá de lo que apuntaba la lógica. No se veía clara, no andaba clara la tarde. En la virtud del imponente toro estaba humillar, pero sin rematar el viaje, sin la entrega hasta el final, con un derrote feo. Se lo trabajó El Juli. Pulió al toro. Borró defectos. Tiró de torear por abajo y más abajo hasta descomponer incluso la figura. En su idea estaba alargar el viaje.

Y poco a poco la vereda se hizo más larga, y más continua. Y la emoción trascendió, sobre todo cuando los muletazos encontraban el colofón de la tanda en un remate sin moverse, sin perder pasos. Sometimiento del animal frente al poder del torero. Había un reto en el ruedo. Se sabía que estaban pasando cosas. Fue a más la faena e incluso el toro, obra y gracia de El Juli. La espada se le fue atrás, pero suficiente para salir del paso y del palco asomó los dos pañuelos. No me cabe duda de que la faena formaba parte de la resurrección, se la había sacado El Juli en parte de la chistera. Pero tirando de histórico dudo de si la intensidad había sido para el doble trofeo... El pensamiento quedó en el aire.

Antes, había estado firme con un segundo que no le puso las cosas nada fáciles, sobre todo por el izquierdo, de mirada asesina. El sexto fue otro señor toro de Daniel Ruiz. A Manzanares se le veía con ganas de dar la cara. Quiso todo y más. Pero no su antagonista. Se abría el toro al embestir, amagando con rajarse y dificultó una faena larga, de buscar en todos los caminos. La impecable cuadrilla de Manzanares se desmonteró en ambos toros.

Precisión y armonía. Un lujo. Continuidad le faltó al tercero, sobrero del mismo hierro. Tenía profundidad en el viaje, pero le costaba un mundo ir. Ahí estuvo siempre la muleta de Manzanares. Morante dejó un quite sublime de dos verónicas y una media. Poco recordaremos después de su faena al cuarto. La resurrección de la tarde corrió a cargo de El Juli.

Sevilla. Domingo de Resurrección. Se lidiaron toros de Daniel Ruiz, el 3º como sobrero del mismo hierro, desiguales de presentación. El 5º, el mejor. El resto con matices pero de poca nota. Lleno de «no hay billetes». Morante de la Puebla, de fucsia y azabache, pinchazo, estocada (silencio); media estocada (silencio). El Juli, de catafalco y oro, casi entera (silencio); estocada trasera (dos orejas). Manzanares, de catafalco y oro, estocada (saludos); aviso, pinchazo hondo, ocho descabellos (saludos).