Bankia

La dimisión por Ely del Valle

La Razón
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Durante años su nombre ha sido sinónimo de milagro, de gestión brillante, de lo que pudo haber sido y no fue –si estuviese Rodrigo, si Rodrigo hubiese sido el sucesor…– No cabe duda de que si el ministro de economía se eligiese por votación popular, él se hubiera llevado la cartera de calle.
Rato deja la presidencia de Bankia como dejó el FMI, de golpe y porrazo, recortando al toro de la crisis financiera con una media verónica que le va a permitir, muy a su pesar, ver la faena desde el tendido. El ultimátum de Rajoy a la entidad, so pena de ser intervenida, le ha puesto en la tesitura de hacer mutis por el foro. Hay quien ve en ello un último golpe certero de quien, habiendo ganado, sabe que nunca dejará de estar en inferioridad de condiciones en lo que se refiere a la mitología popular. Me consta que no es así, que la actitud del presidente ha sido de cariño y de apoyo. Bastante equipaje tiene que acarrear Rajoy como para andar zanjando viejas rencillas, aunque no cabe duda de que el hecho de que Rato se convierta en carne del Inem –es un decir– vuelve a disparar la campaña «Rodrigo ministro» que más que a Rajoy al que puede incomodar es a De Guindos, al que algunos ven como auténtico maquinador del «despedida y cierre». Leonor Alazraki pronosticó un día que Rato sería presidente.

Desde entonces, Rodrigo ha conseguido no una sino dos presidencias y las dos las ha dejado sin dar muchas explicaciones y pasando un mal trago. Hay sin embargo un Olimpo popular del que tan difícil es salir como entrar; y de ése, no hay dios, ni ministro con aureola, que pueda dimitir.