Londres
Entre la decepción y la ruina
La Reina alegró con su presencia la recepción de la embajada española en Londres al equipo olímpico
londres- Ni fotos ni cámaras ni preguntas ni, ni, ni… Eran las instrucciones que la embajada de España en Londres transmitió a todos los invitados, entre quienes tuve el privilegio de contarme, a la «recepción en honor del equipo olímpico» que, presidida por Su Majestad la Reina Doña Sofía, tuvo lugar en la residencia de la más antigua de las legaciones españolas. Con esa estrategia se trataba de evitar cuestiones incómodas o preguntas comprometidas de alguno de los cerca de 400 invitados que se dieron cita en tan magno evento.
Y los invitados eran de relumbrón, deportistas a las puertas del debut, como las chicas de la natación sincronizada, que nunca fallan, presidentes de federaciones, los españoles del COI... Bien, pues nadie entre los allí presentes gritó «¡Gibraltar, español!»; fue un modelo de corrección en suelo británico. Brillaron la diplomacia y la buena educación. Doña Sofía escuchó atenta el largo discurso de Federico Trillo, el embajador, y le corrigió cuando dijo que ella había ganado una medalla de bronce en vela con su hermano Constantino –«yo no estaba en el barco», aclaró–, y el diplomático, con tablas más allá del «manda güevos», concluyó: «Señoras y señores, Dios guarde a la Reina de España». Su Majestad sonrió quedamente, también cuando Alejandro Blanco recordó que fueron «muchas las alegrías y lágrimas que la Reina compartió con los deportistas durante muchos años».
En esta recepción, como en todas las de este estilo, ir de corrillo en corrillo te introduce en un mundo paralelo donde la cruda realidad choca con la fantasía y el glamour. Se hablaba de la decepción de «La Rojita», «que pudo ser vapuleada por los japoneses, que corrían como demonios», y jugaban como españoles. Se hablaba de la ruina que nos asola, de que Anna Tarrés tuvo que adelantar de su bolsillo 500 libras esterlinas en el aeropuerto de Heathrow, de que Juan de Dios Román no encuentra quien financie el Mundial y de que menos mal que la firma Bosco Sport paga la ropa de toda la delegación española porque en caso contrario la natación competiría en «top-less». Esplendor, decepción y ruina. Chocante, ¿no?
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