Elecciones municipales
«Pasaremos del autobombo al trabajo y la eficacia»
Abogado, empresario y político con una larga trayectoria en su ciudad y en las instituciones gallegas. Gerardo Conde Roa, nacido en Padrón en 1959, ha sido también diputado en el Congreso y miembro del Consejo de Administración de TVE.
–¿Es Santiago su territorio natural como político y como ciudadano?
–Pues sí. Es la ciudad donde he crecido, donde he pasado los mejores años de mi infancia , de mi adolescencia, de mi madurez. Y es también la ciudad con la que siempre me he sentido más implicado, incluso en los años pasados en el Congreso de los Diputados.
–¿Que oportunidades le dio el Congreso de trabajar por Santiago?
–Me gusta recordar que Santiago es para mí un estímulo y una responsabilidad. Por eso como diputado impulsé o participé en iniciativas relacionadas con el Año Santo, con las cajas de ahorro, con el cuartel de la Guardia Civil, con las comunicaciones y con otras muchas. Nunca conseguí entender, como santiagués, la falta de apoyo del Gobierno socialista en el último Xacobeo. El presidente Rodríguez Zapatero ni siquiera se dignó a visitar la ciudad en una ocasión tan importante, a pesar de que el alcalde Bugallo es un miembro destacado del PSOE. Me entristeció esa situación, pero es el reflejo de la escasa importancia que los socialistas dieron a Santiago y de su poca altura de miras.
–Ahora, obtener la mayoría absoluta es casi una obligación para poder gobernar.
–La ventaja es que no sólo es una obligación, sino que también es el deseo de los ciudadanos. 28 años de Gobierno de un único color político sabemos que no son buenos en una democracia sana. El PP ya fue la fuerza política más votada en varias ocasiones, la última en 2007, y en esta ocasión los santiagueses quieren sustituir un grupo desgastado por la rutina y los conflictos interiores.
–Habla usted de renovación...
–La juventud es una de las buenas bazas con las que juega el Partido Popular en estas elecciones. Lo peor que puede pasar en la gestión de una ciudad es que se produzcan tapones generacionales, es decir, que la permanencia en los cargos institucionales de un determinado grupo impida que fluyan nuevas ideas. Sánchez Bugallo vive ya más preocupado por conservar su poder que por gestionar los problemas de Santiago.
–¿Cuáles son los problemas que más le preocupan de Santiago?
–El primero, el modelo de gestión que los compostelanos queremos. Y ese modelo no es el de un urbanismo a la carta, donde las exigencias son muy grandes para unos y muy ligeras para otros. Ni es el de seguir haciendo crecer nuestra deuda al tiempo que somos la ciudad gallega con más impuestos por habitante. También me preocupa el abandono de los servicios sociales. Considero que es intolerable que, en pleno siglo XXI, la principal reivindicación de las parroquias siga siendo el abastecimiento de agua, el alcantarillado, la iluminación, el estado de los viales... No funciona ni lo material ni lo simbólico. En los últimos tiempos vimos cómo se mustiaban las grandes iniciativas culturales.
–¿Que haría para mejorar este panorama?
–En primer lugar, acabar con la desidia y la actitud de esperar que los problemas se resuelvan por sí solos. Urge terminar con el despilfarro en el Ayuntamiento, comenzando por la larga nómina de asesores o la supresión de empresas que carecen de la más mínima eficacia. Hay que reformar el PXOM, que está demostrando que no sirve para el escenario en el que nos movemos, y revisar el plan especial del casco histórico, para evitar su desertización. Santiago se ha convertido en una ciudad cara e imposible para quien busca vivienda y lo único que estamos consiguiendo es que los santiagueses se instalen en los municipios vecinos.
–¿Cuál es el mensaje en la recta final?
–Me gustaría trasladar a los compostelanos la certeza de que otras formas de gobernar son posibles. Hay que hacerlo estando del lado de los ciudadanos. Lo ocurrido con las obras de la ciudad en los últimos meses es un ejemplo de desorden e incomodidades arbitrarias, pues parecían pensadas para mayor gloria del Plan E del Gobierno de Zapatero y no para servir a una ciudad en la que se estaba celebrando un Año Santo. Los votantes notan el desbarajuste de un Gobierno de coalición, eso va a pasar a la historia.