China

Asqueado

La Razón
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Nada me produce más hartazgo –con independencia del dolor y la ira–, que todo lo que se mueve en torno a los terroristas. Ya está en la calle Antonio Troitiño. Asesinó a veintidós inocentes y ha permanecido en prisión poco más de un año por cada crimen. Abandonó la cárcel de Huelva con setenta euros y se subió a un taxi. Pobre taxista. Tendría que exigir al Gobierno que le abonara los gastos de la desinfección general de su vehículo. Se dice que está en paradero desconocido. Pero lo han visto en Amorebieta. Cuando la Audiencia Nacional repare su gravísimo error, Troitiño se hallará fuera del alcance de la Justicia. Como De Juana Chaos, como «Josu Ternera». Se sabe dónde están, pero los pactos son los pactos y las actas son las actas. Me pregunto qué gana el Gobierno de España, en estos meses de agonía política, por hacer tanto daño. Y me pregunto qué hace la Oposición con tantas suavidades y dulzuras. Un asesino que ha matado a veintidós personas es muy capaz de matarnos a todos. A Lola Flores, por burlar con torpeza al fisco, le pidió el Fiscal diez años de cárcel. A Troitiño, cada asesinado le ha salido por un año. Entiendo que en nuestra sociedad buenista y devastada, pedir el cumplimiento íntegro de las penas o la cadena perpetua –revisable o no–, puede considerarse una provocación inadmisible. Bueno, pues yo la pido. Tengo el derecho a hacerlo. Soy una voz, un impulso individual, pero no me sale el silencio ante tanto asco, tanta podredumbre política, tanta componenda eventual y tanta porquería gubernativa. Tampoco ante tanta cobardía judicial.
«Cuando vi llegar a los guardias civiles, sólo tuve que activar el mando». Quien esto declaró en su día, hoy ha sido puesto en libertad por la Justicia, y con toda seguridad, por los compromisos que la Justicia tiene contraídos con el Poder Ejecutivo. La hoja de ruta. Cuidado, que nadie toque a «Bildu». En pocos días se anunciará la gran noticia. El Tribunal Constitucional no autorizará a «Sortu» acudir a las elecciones, pero el Supremo le abrirá la puerta de nuestras instituciones democráticas a «Bildu». Y si «Bildu» falla, ya tendrán otra mugre preparada. La ETA tiene mil nombres preparados para ello. Cuenta con el respaldo reconocido de Eusko Alkartasuna y la caricia camuflada del PNV. Entre el respaldo y la caricia, la incomprensible actitud del Gobierno. «Es falso», dirá don Alfredo; «las Fuerzas de Seguridad del Estado mantienen el nivel de trabajo y detenciones». Faltaría más. Más faisanes no. Si el Ministerio del Interior ordenara a las Fuerzas de Seguridad del Estado que no detuvieran a los terroristas de la ETA, estaríamos asistiendo a un pavoroso golpe de Estado contra la ciudadanía por parte de un Gobierno agonizante, cuyo único objetivo en los momentos actuales, es no empeorar más todo lo que ya ha empeorado. Esto no se arregla en China con cuentos chinos. Se arregla en España dejando de hablar con los terroristas y sus allegados. Así de fácil.
El aburrimiento, el hastío y la desesperación de escribir del terrorismo vasco y sus largos brazos tramposos, son insoportables. Si insoportable es escribir, más aún leer lo que se escribe. Tengo que pedir perdón a mis lectores por la reiteración en hacerlo. Pero no hay otro remedio. Se trata de una obligación. Hoy me habría encantado escribir del cuento chino de los nueve mil millones que Zapatero nos ha contado. Pero no. Tengo que humillarme una vez más y escribir de los terroristas, esos hijos de puta amparados por quienes nos gobiernan en su tramo final.