Llorente el jefe de San Mamés

La Catedral asistió a un partido trepidante, de los que gustan, hacen afición y confirman que cuando el ritmo es alto, el espectáculo está asegurado. Y es lo que hicieron ayer el Athletic y el Sporting. Jugaron sin freno, buscaron la portería rival y se olvidaron del toque cansino, la monotonía y el fútbol predecible. Improvisación, juego trenzado a una velocidad endiablada y ataque ofrecieron los Munian, Herrera, Susaeta, Pereirinha, Capel o Joao Pereira.

Se trataba de dar golpes al rival con acciones precisas. Y el primero que lo hizo fue el Athletic. En una jugada precedida de una clara falta a un defensor portugués, la pelota llegó a Fernando Llorente, que cedió a Susaeta para que éste abriera el marcador y pusiera al Athletic en el buen camino. Sin embargo, el Sporting no se arrugó. Siguió con su juego ofensivo, percutiendo por las dos bandas con Pereirinha y Capel. Lo que obligaba a Javi Martínez, Iraola y Aurtenetxe a estar muy atentos. Mientras, Amorebieta se las tenía tiesas con el holandés V. Wolfswinkel.

Empató el holandés tras una buena acción de su ataque. Antes Polga puso a prueba a Iraizoz. Y cuando todo se ponía cuesta arriba, la última jugada de la primera parte supuso el tanto de Ibai Gómez, con Llorente como pasador. El premio, quizá excesivo, dejaba la final en el aire tras un combate igualado, con buen juego, con jugadores de calidad y con mucho nervio por parte de los protagonistas.

Salió Carriço tras el descanso y el fútbol fue más pausado, más impreciso porque el equipo de Bielsa tomó el mando, convencido de que con una acción de estrategia o un contragolpe llegaría el gol. Para el Sporting el panorama fue peor. Su contragolpe ya no lució tanto, aunque es un equipo construido para ser veloz. Quería Sa Pinto desactivar a un Athletic que mandaba, que creaba ocasiones y que trataba de evitar la prórroga. Se lucía Rui Patricio, se esforzaba Llorente en los balones aéreos y Muniain, en esas acciones por bajo. Iturraspe probaba desde lejos y el peso del juego lo llevaban los leones, pero el Sporting tampoco renunciaba a nada y la entrada de Jeffren buscaba mantener el ritmo porque Pereira se había esforzado en ataque.

El Athletic mandaba, pero le faltaba dar el puñetazo definitivo. Sufría menos en defensa, pero la falta de inspiración en los metros finales le obligaba a un esfuerzo extra. Llorente se movía en el área, arrastraba a los defensores y creaba espacios para la segunda línea. Era insistir, machar y esperar a que llegase la gran oportunidad. ¿Cuestión de paciencia? Aguantar, controlar y buscar un hueco para hacer gol. Y de tanto insistir, llegó. Llorente, el jugador más carismático del Athletic, fue el que metió a su equipo en la final española a dos minutos de la caída del telón. Se adelantó a los defensores y a Rui Patricio para que comenzara la fiesta en San Mamés. Es el jefe.

Una victoria sufrida, trabajada, ante un rival que le trató de tú tanto en Lisboa como en San Mamés y que podía haber estado en Bucarest por méritos propios. Con Fernando Llorente llorando en el suelo, el Athletic escribía una brillante página y se metía en la segunda final de su historia. Y mucha «culpa» de ello la tiene Marcelo Bielsa, que volverá a enfrentarse con su amigo Simeone. El técnico es artífice de que el Athletic sea un equipo ordenado, con criterio y con gol.


- Ficha técnica:
 3 - Athletic Club de Bilbao: Iraizoz; Iraola, Javi Martínez, Amorebieta, Aurtenetxe; Iturraspe, Herrera (Íñigo Pérez, min.94), Muniain (Ekiza, min.90); Susaeta, Ibai Gómez (Toquero, min.93) y Llorente.
1 - Sporting Clube de Portugal: Rui Patrício; Joao Pereira, Polga, Xandao, Insúa; Schaars, André Martins (Carrillo, min.83), Matías Fernández (Carriço, min.46); Pereirinha (Jeffren, min.63), Capel; y Van Wolfswinkel.
Goles: 1-0, min.17: Susaeta. 1-1, min.43: Van Wolfswinkel. 2-1. Ibai Gómez. 3-1, min.88: Llorente.
 Árbitro: Martin Atkinson (Inglaterra). Mostró tarjeta amarilla a los locales Amorebieta, Ibai Gómez, y a los visitantes Van Wolfswinkel, Carriço y Xandao.
Incidencias: Partido de vuelta de semifinales de Liga Europa, presenciado en un San Mamés lleno por 40.000 espectadores, 2.000 de ellos seguidores visitantes. Noche agradable y terreno de juego en buenas condiciones.