Barcelona

La felicidad que da el deporte por Julián García Candau

La Razón
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Mireia Belmonte García tiene ojos de mujer angelical. Hay en su rostro indicios de alegría y bondad. Mireia, de practicar otro deporte más popular, seguramente, se convertiría en la novia ideal para cualquier hijo. Ha ganado una medalla de plata en natación, deporte que exige enorme sacrificio y proporciona pocos réditos. Desgraciadamente, su nombre saldrá de las portadas en 24 horas. Después será una referencia olímpica cada cuatro años.

La natación es disciplina para el disfrute personal. La historia de nuestro deporte femenino está basada en la satisfacción íntima. Nunca estuvo planteada desde el punto de vista económico. A Mireia los dineros del ADO le proporcionan un complemento, que no un futuro. No importa. Se trata simplemente de ser feliz compitiendo, tanto cuando se gana como cuando se pierde. Y, por supuesto, dando a su vida sentido deportivo, que es actitud más allá del simple deporte.

Mireia compatibiliza entrenamiento y competiciones con estudios de Administración de Empresas. El deporte femenino estuvo muy ligado, en sus principios, a la Universidad. También en este aspecto las mujeres españolas tuvieron que ser pioneras. Nacían en familias que creían que la actividad física era parte de la formación integral. Nuestras primeras deportistas practicaban varias especialidades a la vez. Margot Moles era esquiadora (olímpica en 1936) y hacía atletismo. Ana María Sagi fue poeta y la primera mujer directiva de un club de fútbol. Lo fue en el Barcelona donde jugaron su hermano Vicente y su primo Sagi-Barba. Ana María fue campeona de lanzamiento de jabalina.

Aurora Villa, además de triple campeona de atletismo, fue pionera en la práctica de nuevos sistemas del tratamiento de las enfermedades de la visión, como el estrabismo o la visión binocular. Se especializó en Londres. Una maestra que practicó los 100 metros, Alejandra Soler, fue auténtica heroína en el cerco de Stalingrado, de donde logró sacar a sus alumnos españoles, niños que habían ido a parar a la Unión Soviética durante la Guerra Civil y, se dieron de bruces con la II Guerra Mundial.

La herencia de aquellas mujeres, que en el Club Canoe de Madrid también practicaban la natación y subían a la sierra para competir en la travesía de la laguna de Peñalara, fructificó.
Tras la guerra se prohibió la práctica del atletismo a las mujeres y de ahí que, tras quitarse los pololos en baloncesto y balonmano, comenzaran a competir en los estadios. La popularización del deporte femenino ha pasado por etapas de gran sacrificio e incomprensión.

Ahora, como contraste con la universitaria Mireia, compite por segunda vez en los Juegos la vasca Maider Unda, alavesa que participa en lucha. Vive en un caserío donde fabrica quesos de la leche de su ganado. Se entrena en Vitoria y fue quinta en Pekín hace cuatro años.
El deporte femenino, afortunadamente, ya hace años que salió de las aulas y se convirtió en actividad al alcance de muchas mujeres. En los Juegos de Londres ha habido 282 seleccionados de los que 113 han sido mujeres. Y ha sido una, Mireia Belmonte, la primera en conquistar medalla importante.

 

Posdata
Las mujeres olímpicas nos han devuelto el honor perdido. Mireia Belmonte, plata en natación, y Mailen Chourraut Yurramendi, medalla de bronce en la prueba de eslalon en aguas bravas, han llevado a la Villa Olímpica las únicas preseas conquistadas hasta ahora. Maialen ha salvado los obstáculos como los viejos almadieres navegaban por aguas bruscas como las del Irati en el curso hacia el llano. Loor a nuestras deportistas. Son ejemplo.