Bruselas
Los cimientos de un presidente
El político, el candidato, está obsesionado con hacer una campaña de «cero» fallos. Rajoy ya lo veía por sí solo, y además sus arúspices demoscópicos le han convencido de que por ese camino tiene asegurada la mayoría absoluta.
Para eso cree que le basta con seguir tocando su música de aquí al día de la votación y no dejar que su oponente consiga llevarle a su terreno para intentar exhibir sus presuntas debilidades y contradicciones.
Son sus colaboradores más cercanos en Génova los que al dibujar su perfil a dos semanas de las elecciones confirman los cambios que acompañan el sentir ya encima de los hombros la responsabilidad del Gobierno en unas circunstancias tan adversas como las que tendrá que afrontar el partido que gane las elecciones. El Rajoy de esta campaña no tiene nada que ver con el Rajoy que se presentó a las generales de 2004 convencido de que aquello era una «paseíllo para seguir administrando una finca libre de hipotecas, en la que siempre hacía buen tiempo y en la que se respiraba tranquilidad y buen rollo», como explica un ministro de aquella época. Tampoco tiene nada que ver con el Rajoy candidato que se reinventó a sí mismo a partir de aquella derrota.
Los cambios son también personales. Desde hace semanas ya no frecuenta las escapadas a almorzar con «fontaneros» de Génova a algún restaurante informal con comida casera, que es la que más le gusta. Ya no tiene tiempo. Pero resulta curioso que a la vez quienes comparten el día a día con él destacan que le ven más cercano, quizás porque está más seguro de sí mismo. «Cuanto más cerca está de ser presidente menos político parece», comenta un dirigente territorial que se ha situado en los últimos meses a la derecha del «padre». También comentan en Génova que Rajoy ha perdido el complejo en decir que lo que más le importa es su familia, algo que se ajusta a la realidad. Político de poca afición a las camarillas, su báculo principal lo tiene en casa: su esposa, Elvira Fernández, y sus tres hermanos.
Esta vez, desde el primer día ha salido a torear bajo la aureola presidencial, pero dejando ver, dentro y fuera del partido, que no sabe a lo que se va enfrentar y que en el mejor de los casos la situación será «horrorosa», dice uno de sus «hombres» en Génova. Por eso en los últimos meses habla de las actitudes, de que por delante hay un problema que sólo se puede resolver entre todos, con una implicación de partidos, agentes sociales y de la sociedad en su conjunto para tirar del carro hacia delante.
La concordia y la unidad arman un eslogan electoral que trasciende el ruido de la campaña. De hecho, quienes hoy aparecen como sus más próximos están convencidos de que aún con la mayoría absoluta, él buscará puentes de entendimiento con los nacionalistas, por ejemplo. El pacto con UPN es uno de los símbolos de su entrega al acuerdo: ese pacto ha sido posible olvidándose de heridas personales que todavía estaban muy abiertas. Como también lo es la red de contactos en la sombra que ha tejido en estos últimos meses con representantes de todos los sectores que tienen algo que decir en la recuperación. Por supuesto con el empresariado y con la banca; y también con CC OO.
Rajoy ha llegado donde ha llegado gestionando la oposición como una gran vuelta ciclista, en la que ha impuesto una estrategia marcada por la decisión de que lo importante no era coronar el puerto el primero o esprintar en cualquier meta volante, si no mantenerse bien situado para la etapa final, que parece que ya está aquí. Y sale a correrla preocupado no por si ganará, que lo da por descontado, si no por las consecuencias de esa victoria. «Lo que más le preocupa es qué se puede encontrar en La Moncloa», comenta uno de sus «peones» en el Comité de Dirección. «No tenemos ninguna prueba de que pueda haber deuda oculta, pero sí contamos con el precedente del 96, con lo que hemos visto en los cajones de comunidades y ayuntamientos y con la posibilidad cada vez más cierta de que el déficit se desvíe notablemente del 6 por ciento y pueda llegar hasta el 8 por ciento», añade.
Si ésa es su preocupación, sus prioridades las tiene claras. Si gana, Rajoy no se quedará parado hasta la investidura, si no que constituirá un equipo en la sombra que empiece a trabajar. Entre sus primeras medidas estará el Decreto Ley de reestructuración del Presupuesto con el objetivo de que pueda aprobarse en la primera quincena de enero. Y en ese primer paquete de actuaciones estará también la puesta en marcha de una ofensiva diplomática en Bruselas en la que implicará a todo su Consejo de Ministros. «Él cree que nos urge recuperar el prestigio exterior y que hay que ir a Europa a defender alto y claro que somos un país que cumplimos con nuestros compromisos y que arreglaremos nuestros problemas», explica un destacado dirigente del PP.
En el partido ha empezado a circular la «serpiente» de que Rajoy andaba preguntando por quién sabía bien inglés y francés… Bromas aparte, el conocimiento de idiomas será un mérito que puntúe en su futuro Consejo de Ministros y él ha sido el primero que se ha aplicado la lección con un curso particular acelerado para aprender inglés. Hacer apuestas sobre su futuro equipo es como jugar a la lotería, porque ya ha dado muestras de que puede sorprender a todos con sus elecciones, aunque los suyos están convencidos de que en un 80 por ciento sus piezas ya las tiene colocadas en el tablero. Hoy es como un director de orquesta con tres partituras: la del Gobierno, la del Grupo Parlamentario, que será muy importante por la intensa actividad legislativa de la próxima Legislatura; y la del partido, ya que antes del verano habrá un Congreso para cambiar a la directiva. Y el tiempo dirá si su estilo de tomar decisiones en la oposición lo podrá mantener cuando toda la maquinaria del Gobierno dependa de él.
El apoyo principal del candidato (y del marido)
Siempre en la sombra, hasta ahora esquiva de cualquier protagonismo y guardiana con celo de su vida privada y, especialmente, de la intimidad, y normalidad, de sus dos hijos, su esposa Elvira Fernández ha sido el principal apoyo de Rajoy en las duras y en las maduras desde que empezó su travesía por la oposición. Consciente del vuelco que el 20-N parece que provocará también en su familia, de momento Viri ha pedido una excedencia en su trabajo para acompañar a su marido en esta campaña electoral. Según confiesa el propio Rajoy, en casa quien manda es ella.
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