Andalucía
Raptado en Sabina por Lucas Haurie
Tomás Pérez-Sauquillo es persona de buen comer y sensata, como lo prueba su contumacia en Sabina, un restaurante de ajustadísima ratio calidad-precio donde se cultiva el sobrio refinamiento sin caer en la cursilería del plato cuadrado. Mi querido Antonio Pineda, encargado de la sucursal de La Cartuja, y Paco, el eficiente «maître», no se molestarán si revelo una pequeñísima objeción: una carta prácticamente inmutable desde el local fundacional, en Los Remedios, hace casi dos décadas. Convendría alguna novedad a condición, eso sí, de no tocar el aperitivo a base de puerros ni las minúsculas mollejas ni tampoco el rosbif. No extraña que la VISA gañote de Invercaria ardiese en el TPV de semejante templo gastronómico porque en la institución, como dijo esa campeona del servicio público llamada Laura Gómiz (ella la llamó organización como pudo haberla llamado «famiglia»), no trabaja nadie comprometido con la ética. Los citados platos son adictivos, sobre todo cuando se tiene la ocasión de catarlos gratis total y, qué caramba, también al sector de la restauración le aprieta la crisis. Sauquillo ideó su propio Plan E para socorrer a hosteleros de toda Andalucía, y también a algunos de Madrid, a razón de 2.000 euros al mes. Ocurre que la derecha cavernaria no aprecia las políticas proactivas de crecimiento fomentadas por la Junta. Encima que se sacrifica almorzando en la calle cinco veces a la semana con lo rica que le sale la sopa de Avecrem, al hombre, lo critican.
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