Presentación

La bomba censurada por Julián GARCÍA CANDAU

No provocaba polémicas y se sabía perseguido. Su proyecto de un filme sobre Palomares murió en el intento. A falta de película, hablamos de sus ídolos ciclistas

Bahamontes, ídolo de Berlanga
Bahamontes, ídolo de Berlangalarazon

El felpudo de la puerta de Luis García Berlanga y Martí, en Alonso Cano, decía: «Bienvenido». Y no era por la película. Era el retrato de la bonhomía del dueño de la casa. Allí se acudía a pedirle que aceptara el coloquio en una sesión de cine club en la universidad, fuera Derecho o Farmacia. Acudía. Por la Complutense, en aquellos tiempos leíamos el guión de «La vaquilla», la película que cuando la dirigió los folios amarilleaban.

Luis García Berlanga no era hombre que provocara polémicas. Sabía que no le podía favorecer y, por ello, la noche en que se estrenó «El verdugo» en la Gran Vía, con María Jesús, su esposa, presenció en el cine Callao «Los paraguas de Cherburgo». Sufría los ataques de la censura con cierta sorna y de ahí que se considerara autor de «Los ju mi» dados los cortes de «Los jueves milagro». Era peor que un comunista: «Un mal español» según Franco.

Vera desde el Albany
No sufrió cortes el proyecto de la cinta que pensaba rodar sobre la bomba de Palomares. Murió en el intento. Era un guión que casi le habían escrito los acontecimientos. Serranito III, asilado en las monjas, lustraba las botas a los militares estadounidenses, el barbero de Palomares, improvisó un servicio con sillón de asiento de rejilla y un rótulo que decía «J´oes barber shop». La atómica, rescatada por el pescador Paco Orts, la mostraron el Viernes Santo en el Albany, buque insignia. Desde la cubierta se veía la procesión del calvario de Vera. A falta de película, hablamos del Tourmalet, de Bernardo Ruiz y Bahamontes, sus ídolos ciclistas.