Artistas
OPINIÓN: Elizabeth Taylor emoción y deseo por J C Pérez de la Fuente
El 23 de marzo del año 2011 ya es un día marcado para la historia del cine universal. Ha muerto una estrella, pero sobre todo una grandísima actriz. La Taylor, como se las ha llamado siempre a las grandes, por el apellido, ya no está entre nosotros. Y sin embargo, su ausencia nos la hace más cercana, incluso más nuestra. ¡Qué hermosa y terrible contradicción! Morir para permanecer. Y ahí aparece el celuloide.
En esta hora para el recuerdo, el celuloide no me ayuda, prefiero la memoria. En ella está Elizabeth Taylor en muchos personajes. De todos, aparece uno que siempre me perturbó: su gata, aquella gata de ojos fríos y alma ardiente.
Como hombre relacionado con el mundo del teatro, siempre he sentido cierta atracción por el universo del dramaturgo Tennessee Williams, sobre todo por los personajes femeninos. Eran tiempos en los que las enseñanzas del Actors Studio causaban estragos en el mundillo de la interpretación, y ahí queda el documento de esa película, para que lo analicemos hasta la extenuación y comprobemos cómo frente a un Paul Newman, demasiado apegado a todos los «tics» academicista del Actors, se alza una prodigiosa Elizabeth Taylor, cuya interpretación fluye desinhibida, llena de frescura, como una luz, un volcán, un torbellino de emociones y deseos.
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