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Generación Ye

La Razón
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En 1534 se publicó la traducción que Juan Boscán había hecho de un best seller de la época, «El Cortesano», del italiano Baltasar de Castiglione. Garcilaso de la Vega escribió para esta obra un gran elogio. «Boscán, decía Garcilaso, guardó una cosa en la lengua castellana que muy pocos la han alcanzado, que fue huir de la afectación sin dar en ninguna sequedad, y con gran limpieza de estilo usó de términos muy cortesanos y muy admitidos por los buenos oídos, y no nuevos ni desusados de la gente». Desde entonces este ideal de naturalidad, moderación y cortesía ha sido el criterio que ha guiado nuestra lengua. La Real Academia Española lo suele respetar, sabiendo que su papel tiene escaso valor normativo si no pasa la doble censura de lo popular y lo culto. De vez en cuando, sin embargo, los académicos se extravían en caprichos inexplicables, como en la última reforma de la ortografía. Se atribuyen competencias que no les corresponden y caen en distracciones que cualquier hablante corriente del castellano descartaría por puro sentido común. Las primeras víctimas serán, como en otras ocasiones, el crédito de la propia Academia y algunas generaciones de niños sobre los que se habrá experimentado hasta la próxima reforma, haciendo aún más precario su dominio de la lengua propia. Probablemente sea un eclipse pasajero de la sensatez, aunque a lo mejor también responda a un descenso general de nivel, más moral que otra cosa, y que al parecer está atacando a las elites o a quienes deberían cumplir ese papel. Se habla mucho de crispación, pero ¿no estaremos más bien viviendo un momento de rebajamiento y de abdicación de las propias responsabilidades? Periodistas y políticos hablan del «Estao» que estos aspiran a gobernar, algunos reivindican el insulto y la grosería, otros se declaran primitivos sin complejos, y hay quien se jacta de sus torpezas como si fueran ejemplo de libertad… Fíjense en la «ye», ¡qué inmenso progreso!