Barcelona
La cotidianidad de la crisis por Josep Maria Rañé
¡Se nos ha metido hasta la médula! Hoy en día, la referencia a la crisis económica y su vivencia se hace presente en las cosas más cotidianas. Esa asiduidad, lejos de agudizarnos un estado de alerta y superación, está consiguiendo lo contrario, nos estamos habituando a convivir con ella y en ella. Nos saludamos y después de reconocer formalmente que estamos bien, a reglón seguido, añadimos: «Si no entramos en detalles», o concretamos que de lo que todavía podemos presumir es de buena salud y familia.
En otras ocasiones oímos como alguien al presentar la programación de un festival de teatro, un espectáculo, un festejo o un acontecimiento deportivo parece tener la obligación de excusar que se hará «a pesar de los recortes» y de destacar para justificarlo que han sido automutilados.
Si se invoca la crisis económica como razón para anunciar la cancelación de programaciones culturales, festivales o el cierre de salas de cine como, por ejemplo, Renoir les Corts, el Rex o el Casablanca en Barcelona, todo se acepta con la más absoluta normalidad. Cuando entra la crisis como argumento, la actitud crítica desaparece y es sustituida por la resignación y o el fatalismo.
Como si esos fenómenos nada tuvieran que ver con otras razones de fondo que tiene que ver con los contenidos, las formas de distribución y los precios de esas ofertas culturales, etc… La cotidianidad de la crisis es una potente adormidera para el análisis y la actuación racional para superarla. Y ese es uno de los principales problemas, las cosas las hacemos porque estamos en crisis, no porque estemos convencidos de que son las que debemos hacer.
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