Feria de Málaga

Espartaco ve difícil la reconciliación por Jesús MARIÑAS

Buena terna, casi un cartel único y superior a muchas tardes en Las Ventas, donde el magisterio de Enrique Ponce se autoalejó para no bajar caché, él sabe. Cuida su estatus, aunque a la entrega del Premio Paquiro, que se celebró la noche del lunes, llegó tarde y mal: fue al Ritz creyendo que allí era la ceremonia que Telefónica trasladó a la sede de la Bolsa de Madrid.

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Acabó a la diestra de una Carmen Lomana más estratégica que nunca, hasta el punto de situarse tras Vargas Llosa (uno de los homenajeados) para salir como floreado fondo en todas las fotografías. Por su parte, la marquesa de Isasi, acaso confundida ante ciertas aparatosidades, optó por marchar sin cenar, como también lo hizo una Blanca Marsillach endomingada en grana hasta los pies. Juncal Rivero hizo suspirar vestida en raso rosa, mientras Lina Morgan se paseó cariacontecida por un asunto familiar. No alardeó de brillanteces y fue testimonio de su pesimismo y dolor caseros.

No rió ni con las ocurrencias de Isabel Mingote ni viendo un plantel taurino en el que sobresalió el hondo Emilio Muñoz frente al jovial Dávila Miura o un Miguel Abellán impecable. Presentó a Gabriela como nueva novia mientras Bono pasmó con un alarde oral que algunos encontraron repetido: «Dijo las mismas anécdotas en el Club de Medios», comentó Verónica Zavala ante su madre, Peñuca. Destacó la elegancia marfileña de Lili Flores y Luis Moreno con kilos fuera, «porque como me consideran arruinado, he adelgazado», afirma. Le sobra cachaza, al igual que al siempre moreno Eduardo Zaplana.

El quinto premio Paquiro fue exaltación de los toros y denuncia abierta de Bono a los que llaman «Estado a lo que siempre es España». Qué inmenso error histórico. Así lo pagan, argumentaron mientras Gonzalo Vargas Llosa, algo serio y sin creerlo, se convertía en el centro de atención por su reciente ruptura con Genoveva Casanova. Se mantuvo mudo y con la mirada baja, nada que ver con el arrojo de Espartaco, más acostumbrado a lidiar situaciones así. Prodigó capotazos y quites, y, a la pregunta de si veía posible la reconciliación con Patricia Rato, respondió esperanzado: «No será fácil, ya me gustaría». Algunos también se preguntaban qué le pasa a Sánchez Dragó. Lo vieron desmejorado, aunque la camiseta roja le animaba. Por allí andaba Zaplana, divertido, creando expectativas que observó envarada Victoria Abril. Coleaba la derrota socialista y la esperanza se dejó sentir como en las grandes tardes de José María Manzanares.