Medidas económicas
Mas señala un camino
El presidente de la Generalitat de Cataluña interpretó con rapidez la histórica victoria electoral de CiU como un refrendo ciudadano a una política de ajustes. La Administración nacionalista heredó unas fianzas desoladoras del tripartito de la izquierda independentista y desde entonces sus decisiones han estado condicionadas por la exigencia fiscal. Los recortes en el arranque de la legislatura, especialmente en la Sanidad, generaron descontento y tensión, pero la realidad es que los electores han entendido que esa política no era un capricho, sino una necesidad impuesta por las urgencias de la crisis y el peso de la deuda. Dos días después del éxito de Duran Lleida en el 20-N, Artur Mas anunció ayer una nueva fase de importantes sacrificios económicos. El paquete de medidas contempla una nueva rebaja de salarios públicos, despidos «muy selectivos» entre los empleados de la Administración, aumento de las tasas del transporte, el agua, la gasolina y las matrículas universitarias y el cobro de las recetas médicas que sólo puede ser catalogado como una especie de copago sanitario. Según el presidente de la Generalitat, el objetivo es cumplir en 2012 el límite de déficit impuesto por la UE, una cifra que deberían haber alcanzado este año pero que será superada ampliamente. Se calcula una recaudación de hasta 1.000 millones de euros con estos recargos, lo que permitirá eludir nuevos recortes en los servicios públicos. Es inevitable establecer un paralelismo con la situación que pronto deberá acometer Mariano Rajoy al frente del Gobierno. En palabras de Angela Merkel, que ayer le envió un telegrama, el líder del PP ha recibido «un mandato claro del pueblo para adoptar las medidas de reforma necesarias». De eso nadie tiene dudas. Pero, ¿es el de Mas el único camino? El presidente catalán ha hecho recaer el peso principal del ajuste en otro tijeretazo a los funcionarios y sobre todo en la recaudación y, por tanto, en las economías domésticas. El equilibrio en el reparto de las cargas es tan delicado como trascendente en una economía parada como la española. El aumento de la presión fiscal repercutirá negativamente en la demanda interna y con ello en la recuperación y en la generación de empleo. Es verdad que las urgencias fiscales de la Generalitat resultan asfixiantes y que necesita cuadrar el escenario antes de que acabe por devorarle, pero no conviene minusvalorar los daños colaterales de estrujar en exceso a unos ciudadanos ya en el límite mientras que partidas, como las políticas identitarias o la TV pública, son protegidas y aún favorecidas. Rajoy tiene claro su rumbo que podrá converger o no en algunos puntos con el de Mas, pero siempre con el objetivo principal de generar puestos de trabajo y de revitalizar la actividad económica, no de griparla.
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