Boston
Atrapados por las deudas de estudio
Muchos jóvenes norteamericanos se hipotecan durante veinte años para pagar la universidad. Si quieren seguir siendo estudiantes, sólo les queda pagar
AMartha Miller, de 33 años, le faltan todavía 20 años para pagar su deuda de la universidad del máster en Relaciones Internacionalesque estudió en la New School de Nueva York. «La educación en Estados Unidos es tan cara porque es un negocio. Yo pago 150 dólares al mes. Mi máster costó 47.000 dólares. Ahora debo 23.000», explica esta estadounidense, que se arrepiente de no haber mirado los programas de la universidad pública de Nueva York. «Un máster allí me hubiese costado sólo 16.000 dólares de la época en la que busqué universidades», apunta.
El sector educativo en Estados Unidos es una máquina más de hacer dinero. Los costes universitarios están fuera de control. Los préstamos de estudios ascienden a los mil billones de dólares, sólo superados por la deuda de los estadounidenses con las hipotecas de sus viviendas. «Por eso, las universidades tienen instalaciones tan buenas. Cuando visitas los centros y ves los gimnasios y todos los equipos, tienes la sensación de estar en hoteles de cinco estrellas. Cuando ves a la gente que hace deporte, parece que se va a preparar para las Olimpiadas. Si echas un vistazo al profesorado, te das cuenta de que muchos son Premios Nobel», confiesa. Es el caso de Princeton, que cuenta con profesores como Mario Vargas Llosa, o Columbia, con el del economista Joseph Stiglitz.
En Estados Unidos hay varios tipos de préstamos: los federales y los privados realizados por bancos o compañías financieras. En muchas ocasiones, estos últimos tipos de préstamos se utilizan para cubrir los gastos a los que no llegan las ayudas federales o las becas. También, dependiendo del tipo de ingresos que tenga un alumno, puede solicitar acogerse a diferentes planes de financiación.
Denise Ramzy pagó sus estudios con un préstamo del gobierno, llamado Stafford, mitad subvencionado. Dentro del abanico de ayudas federales, también se encuentran los préstamos Perkins, las ayudas directas y los planes de consolidación de deuda, que ayudan a unificar varios créditos. Los préstamos de los bancos y las compañías financieras ofrecen mayores ayudas, pero a una tasa más alta. De esta forma, los estudiantes disponen de más fondos para pagar su alojamiento, la matrícula y el material que necesitan para estudiar.
Denise explica que ha tenido que refinanciar su plan, a pesar de que en un principio solicitó un préstamo de 40.000 dólares a diez años. Generalmente, los estudiantes tienen seis meses de gracia una vez que terminan sus estudios para cumplir con sus pagos. Martha Miller recuerda que «las tasas de intereses son variables. Al principio, suelen ser del dos por ciento y después puede llegar al 6,8. Es una esclavitud porque en esos años que tienes que pagar la deuda mucha gente está intentando crear una familia y les es muy difícil porque tienen muchos gastos», apunta. Estos préstamos los suelen gestionar organizaciones sin ánimo del lucro.
Allensandra Lanza es la portavoz de la American Student Assistance, una de estas organizaciones sin ánimo de lucro con sede central en Boston (Massachusetts), que ayuda a un total de un millón de personas al año a hacer frente a sus deudas. «Nos centramos en ayudar a los estudiantes con sus opciones sobre cómo pagar sus préstamos», explica Lanza.
Así, admite que cuando alguien no puede cumplir con sus pagos tiene todavía muchas opciones: «Pueden posponerlos de forma temporal, rebajar su compromiso alargando los términos a 20 años o más, consolidar diferentes préstamos en uno o hacer un porcentaje de sus ingresos. Incluso, si trabajan en determinados sectores públicos, pueden conseguir que se les perdone la deuda de la universidad después de haber pagado durante diez años», aclara.
Los estudiantes no se pueden declarar en bancarrota, de esta forma la deuda se tendrá que pagar al Gobierno de una forma u otra. Por eso, Lanza destaca que «va en el interés de cada uno proteger su historial de crédito», ya que éste será examinado cuando el estudiante quiera pedir ayuda al banco para comprarse una vivienda.
Incluso, también se revisa cuando un estadounidense solicita una tarjeta de crédito o quiere alquilar un apartamento. Lanza indica que la media de tiempo que le lleva a un alumno cumplir con sus compromisos suele ser de diez años. «Sin embargo, con las cantidades de deuda de préstamos de estudiantes en aumento, les lleva más tiempo. Me parece que la media se sitúa en torno a los entre 15 y 20 años», admite.
Generalmente, cuando un estudiante termina los estudios universitarios, lo hace con una deuda de 25.000 dólares. Eso con un plan medio. Significa que tendría que pagar entre 250 y 300 dólares. Sin embargo, muchos estudiantes solicitan un préstamo mayor al de la media nacional. Al coste de matrícula y créditos de cada asignatura hay que sumar en muchos casos los gastos de alimentación y alojamiento.
Wilson Liévano escogió estudiar en la Graduate School in Boston porque «mi hermana vive allí y los gastos de alquiler de una casa estaban cubiertos. Pedí un crédito de 40.000 dólares. Mereció la pena por todo lo que aprendí en la universidad y los contactos que hice. Reconozco que al principio tuve que renunciar a algunas cosas, como salir con los amigos, y me ajusté el presupuesto, pero pagué ese dinero con mucho gusto», recuerda mientras explica que apenas le costó encontrar trabajo después de haber terminado los estudios.
Para encontrar trabajo
En Estados Unidos, los futuros empleadores dan mucha importancia a la universidad a la que han ido sus posibles trabajadores. Entre las más importante, se encuentran las del circuito «Ivy League», que comprende ocho centros del noreste de Estados Unidos: Brown University, Columbia, Cornell, Dartmouth College, Harvard, Princeton, University of Pennsylvania y Yale. Alrededor de las mismas, se teje un tupido sistema de financiación, los que pueden acceder. El Gobierno les ofrece también a partir de su prestigio y proyectos de investigación diferentes ayudas. Por otro lado, también hay una cultura de pedir a los antiguos alumnos financiación para dichas instituciones así mantener el prestigio del que también se benefician estudiantes y centros.
Wilson Liévano admite con una sonrisa que fue uno de los pocos beneficiados de la crisis financiera debido a que «mi crédito estaba ligado a las tasas de referencia de la Fed (por la Reserva Federal)». Después de la caída del banco Lehman Brother's en septiembre de 2008 empezaron a bajar sus intereses. En su caso, primero pagó dichos intereses y después el resto de la deuda. «Es como una hipoteca más. Al final, en total tuve que pagar 48.000 dólares. Es algo que siempre tuve en la cabeza. Pero también tenía muy claro cuál era mi objetivo: quitarme la deuda lo más pronto posible. Yo tuve suerte porque encontré trabajo rápido», explica.
Ahora, con lo difícil que es encontrar un primer buen trabajo en un momento de crisis económica tan grave, la deuda de la universidad se puede convertir en una pesadilla para muchos estudiantes.
Maneras de hincar los codos
Los préstamos Perkins tienen una tasa de interés del cinco por ciento y una duración de pago de diez años. Los alumnos que se acojan a estos préstamos tienen nueve meses de «gracia» una vez que se han terminado los estudios antes de empezar a pagar su deuda. El modelo Stafford se facilita a estudiantes que están matriculados en instituciones estadounidenses acreditadas, que se ofrecen a una tasa de interés baja. Pero tienen unos estrictos requisitos y límites de préstamo. Los préstamos de los bancos y las compañías financieras ofrecen mayores ayudas, pero a una tasa más alta. De esta forma, los estudiantes disponen de más fondos para pagar su alojamiento, la matrícula y el material que necesiten para estudiar.
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