Etiopía

Israel no abandona a sus soldados

Shalit vuelve a casa a cambio de mil detenidos palestinos. Los militares hebreos saben que su país nunca les da la espalda

En Israel, el Ejército forma parte de la vida común de los ciudadanos. Todos los jóvenes tienen que hacer el servicio militar
En Israel, el Ejército forma parte de la vida común de los ciudadanos. Todos los jóvenes tienen que hacer el servicio militarlarazon

El mayor pecado de los israelíes Vadim Nurzhitz y Yossi Avrahami fue perderse en la carretera. Era 12 de octubre de 2000 –primeros días de la Segunda Intifada– y los dos reservistas del Ejército israelí que trabajaban como conductores entraron por error en territorio cisjordano. Nurzhitz y Avrahami fueron detenidos por la Autoridad Nacional Palestina, que les llevó a la comisaría de Ramala. Allí fueron víctimas de un violento linchamiento. Los mutilaron y los arrojaron vivos desde la ventana de un segundo piso. Una vez en el suelo una multitud se dedicó a patearlos y descuartizarlos.

De aquel incidente, una foto dio la vuelta al mundo. El protagonista de la imagen se llama Abed el Azis y saludaba a la multitud con las manos bañadas en sangre desde la misma ventana en la que instantes antes había arrojado los cuerpos de sus dos víctimas. Desde el pasado martes Abed el Azis es libre. Junto a él, otros 1.026 presos con crímenes despiadados que han dejado víctimas, dolor y mucha rabia de los familiares vivos detrás –477 automáticamente y otros 550 en los próximos meses–.

Uno por mil
A cambio, Hamas ha liberado con vida al soldado israelí Gilad Shalit (Nahariya, 1986), que fue capturado el 25 de junio de 2006 en la base militar fronteriza con Gaza en un ataque reivindicado por el grupo terrorista islámico. Desde el primer momento, puso el precio de la liberación de Shalit en la libertad de presos palestinos. Tras cinco años de idas y venidas, incluidas operaciones militares fallidas por parte del Ejército israelí, el canje se produjo el martes: la libertad de Shalit por la de más de mil presos.

¿Tiene sentido cambiar a una persona por mil? Las razones de este –a primera vista irracional– trueque pueden encontrarse en la religión, la historia y sobre todo en la situación de la sociedad israelí actual. Cada una de ellas aporta su granito de arena para llegar a un compromiso no escrito –pero sí de facto– por parte de Israel de no dejar nunca a uno de sus ciudadanos detrás o, dicho con un lenguaje más bélico: «Nunca dejaremos a un soldado herido en el campo de batalla».

Aunque se puede encontrar una justificación a esta máxima en La Torah («quien salva la vida de un hombre salva a la humanidad»), quizá la razón de ser de aquel axioma encuentra sus raíces en el Holocausto. «Después del Holocausto existe el compromiso moral de que Israel no volverá a dejar solo a ningún judío», explica Isaac Querub, presidente de la Federación de Comunidades Judías de España.

En Israel, el Ejército forma parte de la vida cotidiana de cualquier israelí. No solo porque nada más salir a la calle se puede encontrar un trasiego de soldados que vienen y van a las bases (sobre todo cerca del fin de semana, del Shabath), sino porque cualquier ciudadano de Israel es en la mayor parte de su vida hijo, padre o hermano de un soldado.

Para los israelíes (chicos y chicas) el servicio militar es obligatorio. Tres años para ellos y dos para ellas. Pero el compromiso con el Ejército no acaba a los 21 años. En ese momento, se entra en el periodo de «miluhim» (reserva), que implica tener que pasar un mes al año enrolado (no tiene por qué ser seguido, pueden ser semanas sueltas al cabo de los doce meses). Según el estado físico y la profesión militar «hasta unos 44 años de media se está implicado en el Ejército», explica Dany Kaplan, Representante en España de Keren Hayesod, una ONG israelí que se ocupa , entre otras obras sociales, de mejorar el nivel de estudio a jóvenes de familias destructuradas, mayoritariamente nuevos emigrantes de Etiopía y tercer mundo.

Compromiso de ida y vuelta
La mayoría de los jóvenes israelíes sabe que el Ejército no es una cuestión baladí, sino que en ello va la supervivencia de su Estado. Por eso existe una especie de compromiso de ida y vuelta: «La sociedad con el Ejército y el Ejército con la sociedad», explica Querub.

En la misma línea se expresa el profesor Gad Yair, sociólogo y antropólogo de la Universidad Hebrea de Jerusalén y autor del libro «El código de los israelíes: Diez mandamientos para el siglo XXI» (en hebreo). «Hay un compromiso por ambas partes. Los ciudadanos están comprometidos con el Estado, especialmente en lo que se refiere al servicio militar y, a la vez, el Estado tiene un fuerte compromiso con todos aquellos a los que manda en su nombre al campo de batalla».

Y la sociedad civil da testimonio de que respeta este pacto: «En Israel ir al Ejército es parte de tu vida. Desde que naces sabes que lo vas a hacer. Es una cosa ‘‘natural'' porque, simplemente, lo haces», explica Soshi Israelí, artífice de la Asociación Abrazo de Madre creada para dar apoyo a Aviva Shalit (madre de Gilad) durante el tiempo de cautiverio, y madre de una chica de 17 años que entrará al Ejército el año próximo.

Sara Dobber, de madre judía, pero nacida en España y de padre holandés se plantea ir el año próximo a cumplir con el Ejército de su país materno. Tiene 17 años y estudia en Madrid segundo de bachillerato. Aunque al ser de nacionalidad española no está obligada, ella explica los motivos de su disyuntiva: «Voy cada año a Israel, que es parte de mi vida. Quiero defender al país y sus derechos y lo puedo hacer a través del Ejército».

No obstante, y pese a la visión idealizada de la institución, el Ejército no deja de ser peligroso, obligatorio e implica el riesgo de no volver vivo o de una pieza, por lo que «tomas en cuenta que te van a cuidar si estás herido o a tu familia. Tú lo das todo, pero sabes que te lo van a dar a ti también», sintetiza Kaplan. O como dice otro dicho hebreo: «Toda madre israelí debe saber que el Ejército hará todo lo posible por devolver a su hijo de la batalla. Esto implica cautela al combatir, pero también el compromiso último de devolver a su casa a los soldados heridos o muertos».

Cuando un soldado está secuestrado, el Gobierno israelí, independientemente de la tendencia de turno, tiene como deber recuperarle, y el precio puede ser alto: «Cambiar una persona por mil no es un cálculo matemático. Algunos lo verán como un error, pero es un error que comenzó con otros capítulos anteriores», explica Kaplan en referencia al caso del secuestro de los dos soldados por Hezbolá.

En 2006 Hezbolá secuestró a dos soldados, Ehud Golwasser y Eldad Regev, lo que desató la segunda guerra del Líbano. Tras la guerra y las arduas negociaciones, dos años más tarde, Israel llegó a un acuerdo a cambio de la puesta en libertad de prisioneros libaneses y árabes. Al realizarse el canje, lo que recibió Israel fueron dos ataudes.

En el caso de Shalit, y en palabras del primer ministro Benjamin Netanyahu, el esquema que se aceptó fue el «menos caro» para garantizar que el joven regresara con vida. Para el profesor Yair, «el retorno de Shalit significa la victoria de los valores básicos de ser israelí, es por esto que el Gobierno estaba deseoso de conseguir este trato. Lo que para otras sociedades puede ser irracional hasta el extremo tiene sentido desde el punto de vista israelí».

 

Ron Arad, un cadáver por recuperar
No todos los secuestros han acabado con un acuerdo. En algunos el Ejército ha logrado liberar a los rehenes, como fue el caso del secuestro del avión de Air France de Tel Aviv a París que fue desviado por terroristas palestinos a Entebbe, en Uganda. La operación de rescate, que fue planeada durante una semana, tardó 53 minutos y se rescataron 103 rehenes. En ella perdió la vida el comandante de la unidad de asalto, Teniente Coronel Yonatan Netanyahu, hermano del actual primer ministro. La liberación de Shalit recuerda que hay un israelí secuestrado que todavía no ha podido rescatarse: Ron Arad, capturado en 1986 por Hezbolá cuando estaba en una operación en territorio libanés. La Inteligencia israelí determinó en 2009 que había fallecido, si bien Israel, fiel a su premisa de no dejar a ninguno de sus ciudadanos, no dará el caso por cerrado hasta que recupere el cadáver.


Cinco años de cautiverio
25-06-2006
Hamas ataca una posición en el lado israelí de la franja de Gaza, mata a dos soldados y captura a Gilad Shalit. Exige la liberación de menores y mujeres presos en Israel a cambio del joven. Israel emprende una operación militar para liberarle.
14-06-2007
Hamas toma el poder en Gaza. En el primer aniversario del secuestro la televisión israelí emite una cinta de los captores pidiendo tratamiento médico y la liberación de más de un millar de presos palestinos, centenares con delitos de sangre.
27-06-2010
La familia de Shalit, tras una marcha multitudinaria, acampa en la casa del primer ministro para que se retomen las negociaciones. A los 5 años de cautiverio, la Cruz Roja exige una prueba de vida. El trato final se cerró el pasado 11 de octubre.