«Paul»: Un platillo que vuela bajo

«Paul» se preocupa –como lo hacía «Zombies Party» y «Hot Fuzz», las anteriores películas escritas y protagonizadas por Simon Pegg y Nick Frost– de reformular las constantes de un género para situarlas en la fértil tierra de nadie (o de todos) que separa el homenaje de la parodia. La novedad estriba en que la pareja de cómicos británicos ha viajado a Estados Unidos para revisitar el cine de ciencia-ficción de los setenta y ochenta –con guiños explícitos a Spielberg, que aparece en un cameo telefónico, a Lucas, al «Alien» de Ridley Scott y a modelos menos legitimados, como «Mi amigo Mac»–, con lo que el discurso sobre la relación con la otredad, tan caro al género, se duplica: estos «nerds» del cómic no sólo tendrán que entenderse con un extraterrestre sino que deberán entender una cultura, la americana, que sólo conocen por las películas. La premisa es irresistible, pero en cuanto aparece el mal hablado Paul la película no da la talla. Quizá porque la prepotencia canallesca de Paul no deja lugar para el conflicto, porque el peligro real nunca existe o porque la dimensión episódica de su aventura, en plan «road movie» clásica, es demasiado rutinaria.

Lo mejor:
Pegg y Frost encarnan a unos perfectos adictos al cómic y a lo increíblemente extraño
Lo peor:
que tenga mucha menos gracia de la que promete su atractivo punto de partida