Mónaco

La mano negra de Mónaco

Alberto II descarga su ira contra la Prensa y asegura que varias personas quieren dañar a su familia. «Charlene y yo no dormimos juntos por razones prácticas», admite 

Alberto y Charlène de Mónaco
Alberto y Charlène de Mónacolarazon

Abroncar a la Prensa no forma parte de los usos y costumbres de Palacio, pero la paciencia del jefe de los Grimaldi se ha visto esta vez desbordada. Su enojo ha sido directamente proporcional al irrefrenable ritmo al que los rumores de crisis sobre su reciente matrimonio se han ido sucediendo en las últimas semanas. Insistentes y tenaces hasta al punto, casi, de arruinar una ansiada luna de miel. Este miércoles, al alba, el principesco matrimonio regresaba a casa con las vacaciones, cuando menos, indigestadas. Pero también con insaciables ganas de ajustar cuentas. De ahí que una de las primeras cosas que la pareja haya decidido hacer es convocar a los responsables de la, casi siempre cortesana, Prensa local. Y no precisamente para felicitarlos por la cobertura de su viaje por tierras sudafricanas tras el real connubio. Durante la breve audiencia, el ambiente era tenso. El tono, grave. Más que un tirón de orejas, el príncipe Alberto se permitió la libertad de llamar al orden a los plumillas de dos periódicos monegascos y del diario «Nice-Matin», que ayer publicaba la reprimenda de un furioso monarca. «Queremos expresaros nuestra indignación respecto a los rumores. Es insoportable», espetaba Alberto de Mónaco, en presencia de una impertérrita princesa Charlene, que al parecer no tenía que añadir mucho más. No, quizá, por falta de ganas, sino por un todavía deficiente manejo de la lengua de Molière, la de uso en La Roca monegasca.

Regañina real
Y es que el látigo de la maledicencia se ha cernido sobre la pareja desde antes y también después de unirse en matrimonio. De tal modo que para el soberano no se trata solamente de bífidas lenguas viperinas con ánimo de malmeter o de una simple retahíla de chascarrillos en la Red, sino de una auténtica mano negra que, parece, estaría maniobrando en la sombra para perturbar su felicidad. Según él, los incesantes rumores que desde hace años acosan a su familia tienen su origen en «la envidia y los celos». Tanto es así que está convencido de que alguien estaría conspirando contra ellos. «Hay una o varias personas en Mónaco que buscan hacer daño». ¿Sus nombres? Un misterio. Y si el príncipe puede que tenga sus sospechas, de momento prefiere mantenerse cauto y en silencio.

Mucho más pródigo se mostró a la hora de sacar los colores al corrillo de periodistas. Sus publicaciones, como las de medio mundo, no han podido resistirse durante el periplo de los Grimaldi a hacerse eco del ruido mediático sobre las primeras desavenencias del matrimonio. Según la prensa local surafricana, Alberto y Charlene no sólo pernoctaron en hoteles distintos durante su estancia en la patria de la ex campeona de natación, sino que algunos medios llegaron a describir a una princesa sufriente de «desdicha». Así al menos interpretaban el taciturno semblante de Charlene en algunas de sus apariciones, como el beso en la boca que, en público, le negó a su esposo, que tuvo así que conformarse con la mejilla.

Aunque, más que ofenderlos, algunos de estos comentarios les han hecho «incluso reír», asegura el soberano, que ha querido no obstante aclarar algunos detalles. En efecto, ambos durmieron en camas separadas en algún momento del viaje, pero explica que «fue por razones prácticas», tal y como apuntaron en su momento los servicios de Palacio para zanjar una espiral de rumores. Lo extraño es que sea el propio príncipe quien venga ahora a justificarse públicamente, reavivando las brasas, en lugar de dejar que las aguas se calmen por sí solas.

Sin embargo, hubo un episodio que han encontrado mucho menos hilarante. La campaña de desprestigio que se abatió sobre ellos en vísperas de la boda. La sombra de una tercera e ilegítima paternidad que vino a emborrascar el feliz acontecimiento nupcial. El supuesto amago de huida de Charlene dos días antes de acudir al altar y antes de ser «atrapada al vuelo» por la Policía monegasca ha sido sin lugar a dudas la noticia que ha colmado el vaso. Y la que ha llevado a Alberto a esta insólita llamada al orden. «Lo que es lamentable es que los medios retomen los rumores sin verificar las informaciones. Creo que es indigno de vosotros y de vuestros compañeros. Yo siempre he respetado la libertad de expresión», sermoneaba el príncipe este miércoles antes de lanzar una advertencia. «Difundir falsas informaciones es lamentable, pero también castigable con sanciones penales». Un claro aviso para navegantes.

Pero Alberto no es la única diana de los periodistas. También lo es el resto de la familia Grimaldi.

La siempre rebelde Estefanía ha sufrido durante años el escarnio de los «plumillas» debido a su gusto por hombres poco protocoloarios. Uno de los más sonados fue el escándalo del que fuera su marido, Daniel Ducret, que rompió los votos matrimoniales en una piscina con una joven y sin ningún pudor. Aunque Carolina siempre ha sido más discreta, a pesar de tener que «cargar» con Ernesto de Hannover –especialista en dejar para el arrastre la imagen del Principado a base de copas e infidelidades–, también se le pueden atribuir ciertos pecados como fumar durante su embarazo y casarse «de penalti». Ya desde joven apuntaba maneras y no se perdía ninguna fiesta. Una faceta que parecen haber heredado sus hijos. El mayor, Andrea, de 27 años, vive a todo tren a costa de su posición. En perpetuas vacaciones, es el Dj más reclamado en la noche monegasca siempre en compañía de bellas jóvenes. Su hermano menor, Pierre, de 23, es quizá el que menos escándalos ha proporcionado a la familia porque mantiene una relación desde hace más de dos años con la joven Beatriz Borromeo. Eso sí, sus tórridas escenas de amor han dejado su huella en todas las playas del planeta.
Carlota, de 24 años, es la viva imagen de su madre. Parece un poco distante, siempre a la moda, marcando tendencia, dedicada a la hípica y un modelo de «perfección», aunque ella también tuvo que aguantar las embestidas de la prensa, que pasaron de sugerir una posible anorexia por su extrema delgadez a apuntar que podía estar embarazada de su novio, Alex Dellal.

Ambigüedad
¿GAY O MUJERIEGO?

El príncipe reinante tiene un historial de vida salpicada de escándalos. Además de tener dos hijos ilegítimos reconocidos, Jazmín Grace Rotolo y Alexandre Coste, fruto de sus relaciones esporádicas con una camarera estadounidense y una ex azafata de Togo, las especulaciones sobre su orientación sexual han sido constantes. En 2003 realizó un viaje con unos amigos a Suecia, donde se celebraba el Festival Gay Escandinavo, y las alarmas saltaron tras ser fotografiado con dos «drag queens» (en la imagen). Poco antes de su boda frecuentó una discoteca homosexual y los chismorreos volvieron a ocupar portadas y columnas de opinión. Él desmintió que fuera gay, y parece que su matrimonio le avala, pero... ¿será una tapadera para que el príncipe pueda seguir haciendo su vida, mientras guarda las apariencias?

El efecto yoyó de Estefanía
Aunque no hay confirmación oficial de que Estefanía de Mónaco se haya sometido a un aumento de pecho, las imágenes hablan por sí solas. Si en abril de 2009 lucía una talla 80 durante sus vacaciones en isla Mauricio, en 2010 su busto tenía una apariencia cuatro tallas superior. Eso sí, parece que en la boda de Alberto su pecho había perdido volumen.