Acoso escolar

Violencia y vandalismo por Javier URRA

La Razón
La RazónLa Razón

Diagnóstico: una sociedad enferma. Pronóstico: grave si no se instaura un verdadero proyecto vital. Nos encontramos con jóvenes (ocasionalmente niños) nihilistas, hedonistas, que leen poco, reflexionan menos y emplean el tiempo en video- juegos violentos.

Jóvenes con fracaso escolar, desempleados, sin perspectivas. O que lo tienen todo, pero se sienten vacíos. Perciben la violencia como una forma de resolver problemas. Utilizan las redes sociales, incendiando el ambiente desde el «efecto llamada» muchas veces borreguil. Aprenden desde el hogar, la escuela y la ciudadanía, un perturbador sentido de impunidad. No aceptan la autoridad.

Algunos son inmigrantes de segunda generación, ocasionalmente escuchan música (rap; grime; dubstep) que invita a la violencia. Buscan en el grupo y desde el cobarde anonimato desresponsabilizarse, mostrar su náusea existencial, su anomia, su sentimiento de sentirse fuera de la noria económica. Y siempre compañeros del alcohol y otras drogas. Buscan emociones fuertes, enfrentarse, romper, desde el hastío, casi casi por puro placer.

Claro que hay etiologías determinantes como comunidades fracturadas, barrios marginales, dificultades para alcanzar la integración racial. Que la red social de apoyo se resquebraja. Que existen familias, entornos, que dejan en heredad la violencia. Pero hay algo más sutil y huidizo, un movimiento planetario de echarse a la calle, de expresar descontento, una autolegitimización de quien siente que sufre, se percibe desclasado y observa cómo se apoya económicamente a las entidades bancarias. Se interioriza el «todo vale», el «estoy contra el mundo», se aborrece el comercio, el capitalismo, las multinacionales, pero se hace enfundado en marcas desde la gorra a las zapatillas, pasando por el niqui o el móvil.

Estos incendios conductuales seguirán apareciendo y habrán de ser atajados con prontitud desde la sanción firme, comunicando la misma, incentivando a los buenos ciudadanos a seguir comportándose como tales. Pero desde este momento deberán tomarse decisiones para aproximar la justicia social, canalizar conductas morales, educar en el respeto, el autodominio, el esfuerzo, la asunción personal de responsabilidades, la urbanidad, el alejamiento de conductas violentas. Las nuevas formas de comunicación no saben de límites ni fronteras y pueden usarse para transmitir el germen del desorden, de una insurgencia sin objetivo.


Javier Urra