Sevilla

Alcurrucén suspende en su primera evaluación

- Sevilla. 14ª de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Alcurrucén, mansurrones y manejables, en general. Tres cuartos de entrada. - Curro Díaz, de corinto y oro, estocada, descabello (saludos); estocada (saludos). - Matías Tejela, de rosa claro y oro, pinchazo hondo, dos descabellos (silencio); cuatro pinchazos, estocada (silencio). - Rubén Pinar, de berenjena y oro, estocada, siete descabellos (vuelta); dos pinchazos, estocada, aviso (palmas).

Rubén Pinar dibujando un largo natural, ayer en La Maestranza
Rubén Pinar dibujando un largo natural, ayer en La Maestranzalarazon

SEVILLA- Alcurrucén tenía dos tardes en Sevilla. La primera la quemó ayer y otra más aguardará en los corrales por el mes de septiembre. No era ayer cartel de figuras, pero sí de esa segunda división que necesita ganarse a golpes los contratos. Hay que sudarlos en una temporada hostil para todos los que no están en la primera línea de fuego. Y más al ver cómo están los ases del toreo. Alcurrucén suspendió, al menos en la primera evaluación. Casi todos los toros mansearon en los primeros tercios, aunque también tuvieran faena después. Una labor al uso y algunos ejemplares con un ramillete de muletazos de interés. Pero esa mansedumbre reinante no alumbra la bravura del toro, al menos no a ese horizonte en el que se elevan las aspiraciones.

A la altura del toroHubo un tercero, manso también desde sus raíces, que le dio por embestir cuando Rubén Pinar le hizo las cosas con arrestos, mando y entidad de torero poderoso. Quiso el toro que se encontraran por primera vez en el mismo centro del ruedo, donde el animal impone de salida, incierto en la arrancada, frenado y pegajoso casi siempre. Así fue. Y no hubo quien lo atara después en el caballo. El fulgor lo llevó en la huida para resabiarse con los banderilleros y aterrar en esa obsesión por engancharlos una vez consumada la suerte. No dejó a nadie sin correr si no llevaba un capote en las manos. Vino después Pinar a construir una labor importante. Lo entendió perfecto. Estuvo a la altura de un toro que tenía que torear. Hizo Pinar la faena por abajo, se hacía largo por ahí el toro, entregado pero listo. Ponía al corriente el valor del torero antes de embarcarse en el primer pase de cada tanda. Ni lo notó Pinar,o al menos, no nos lo hizo sentir así. Con aplomo guió las arrancadas por uno y otro pitón y en esos muletazos de largo recorrido tuvo su toreo expresión. Si la estocada que hundió hubiera surtido efecto, habría paseado premio. La vuelta se la dió, a pesar que el descabello resultó un sainete. Al sexto se le evaporó el brío que derrochó en el caballo cuando llegó la hora de la verdad. Entonces, donde había humillado en el peto encontró después la salida del viaje por arriba. A cabezazo limpio, mientras ensuciaba el esforzado trasteo del torero. Le atacó tanto que a fuerza de ligazón, de meterse con el toro, metió a la gente en la faena. Curro Díaz fue haciendo con sutileza al primero de la tarde. Había que tragarle, dejarle llegar, muy tapado, al cobijo de la muleta para que el toro olvidara dónde estaba y fuera más generoso en la embestida. No era una faena de olés pero sí de profesional. Le dio Díaz los pases precisos, ganando en acople, depurando la técnica y reemplazando el toreo deslavazado por el lento, al paso del animal, aunque la reunión resultara una tarea pendiente. También por la vía del oficio y la seguridad tiró con el cuarto, remolón, espeso y con violencia en el viaje. Lo peor de todo fue que poco trascendía lo que estaba pasando allí. Ni medio pase quería por alto el segundo. Se las sabía todas. Matías Tejela lo sufrió. Primero por lo mucho que había que insistir hasta que el toro vencía sus miedos y arrancaba y porque cuando iba tenía genio, violencia y se resistía a ser dominado. En intentos quedó la labor. Otro manso elevado al cuadrado fue el quinto en los primeros tercios. No fue un canto a la alegría ni un paseo por las nubes, pero sí quiso el toro ir. A la faena de Tejela le faltó rotundidad, quizá perder menos tiempo para redondear y atacar al toro desde el principio. Quién sabe. La reválida llegará después, en septiembre. O no.