Grupos
Frivolidades comerciales
Cuando el comercio legítimo ofrece ganancias modestas, crece en los rapaces el gusto por arriesgarse en valores ficticios. Esa conducta provoca fluctuaciones repentinas en el panorama económico e impide un desarrollo constante y sensato de la prosperidad. No hay otra cosa en el escenario económico que estamos viviendo actualmente. Si teníamos a los hermanos Marx, a los hermanos Dalton, a los hermanos Álvarez Quintero (y a las hermanas Gilda, para que no falte la perspectiva de género), ahora hemos tenido a los Lehman Brothers, pareja tragicómica que ha creado una traumática ondulación en la prosperidad mundial. Tengamos bien en cuenta el efecto de esas frívolas fluctuaciones en cosas como el empleo. Porque puede suceder que esa inseguridad provoque que las exigencias de los trabajadores (la gente más sufrida de cualquier sociedad después de los mendigos) dejen de ser moderadas y se vuelvan de carácter político en lugar de económico, con todo el bagaje de actitudes también frívolas y vengativas que eso conlleva.
Hay quien llama paternalismo a estos planteamientos. A mí, con franqueza, me parece que tiene más que ver con el realismo que con otra cosa. Siempre he sospechado que el padrecito Lenin era mucho más paternalista con sus administrados que cualquier empresario moderno con sus empleados. Sustituir la lucha de clases por la negociación de clases siempre me ha parecido que nos alejaba de la barbarie. Quizá pienso así porque, generalmente, prefiero la ponderación de un buen debate al enervamiento de cualquier pelea.
Controlando la ambición, un comercio más justo es posible. Eso debe estar pensando, allá donde esté, la madre de los hermanos Lehman, mujer seguramente notable a la que le deben estar pitando los oídos ininterrumpidamente de tanto como los ciudadanos de todo el mundo se han acordado de ella durante los últimos tiempos.
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