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A la caza de la estrella

A la caza de la estrella larazon

David Bustamente, Bisbal, Tamara o María Isabel, la del «Antes muerta que sencilla», no serían los artistas que son si Mónica Carbonell e Isabel Navarro no se hubieran fijado en ellos. Ambas llevan más de 20 años haciendo castings para elegir concursantes de programas de televisión, primero, vinculadas a Gestmusic, y, ahora, a través de su propia agencia, «Topcast».

«No te rías que es peor», «Alta tensión», «Lluvia de estrellas», «El Bus», «Moros y cristianos», «Eurojunior» u «Operación Triunfo» son algunos de los espacios para los que han realizado la selección de los participantes, una labor concienzuda, ya que de un buen casting depende, en gran medida, el éxito de un programa. Aunque se dejan orientar por las preferencias de los directores, los años de experiencia les han dotado de una gran intuición, lo que les permite reconocer rápidamente cuáles son los perfiles más adecuados para cada tipo de programa.Y es que el participante de un concurso cultural nada tiene que ver con el de un «reality». «Cuanto más larga es la duración del programa, más se complica el casting, porque no sabes cómo reaccionará la persona ante las cámaras durante un periodo prolongado de tiempo, como ocurre, por ejemplo, en la telerrealidad. En ese caso, intentamos hacer varias fases, de manera que podamos conocer lo máximo posible al candidato y hacernos una idea de cómo se va a desenvolver», explica Carbonell.

Cambio con las redes sociales
Al igual que ocurre con la mayoría de los ámbitos de las sociedad, las redes sociales han revolucionado el mundo de los casting. «Hace 20 años teníamos que movernos mucho para encontrar a posibles concursantes. Poníamos anuncios en los periódicos e incluso nos desplazábamos a institutos si lo que estábamos buscando era gente joven. Hoy, la cosa ha cambiado mucho, gracias, especialmente, a las redes sociales. Para nosotras, Facebook y Twitter han supuesto una auténtica revolución, ya que nos permiten llegar a un montón de personas en muy poco tiempo», relata Navarro.

También han detectado un cambio significativo en la forma en que la gente se aproxima a la televisión, y que ha venido motivado en buena medida por la proliferanción de canales de la TDT. «Ahora, hay programas de todo tipo, lo que permite que cualquier persona pueda tener su minuto de gloria. Actualmente, es mucho más fácil salir en televisión que hace diez años», afirma Navarro. Y es que todavía viene a sus cabezas cómo en los casting de las primeras ediciones de OT llegaba gente con la camiseta con el nombre de su negocio y se ponía a cantar, aunque no tuvieran ni idea. «Salir un momento en la tele para ellos era suficiente», añade. Carbonell y Navarro guardan un recuerdo muy especial del «talent show». Aunque todos los concursantes les han dejado poso, se acuerdan especialmente de Gisella, concursante de la primera edición. «La conocíamos muy bien, puesto que se había presentado a todos los castings de "Lluvia de estrellas", pero nunca la cogimos, porque no encajaba. El día que llegó a la selección de OT tuvimos clarísimo que ella tenía que entrar en la academia», recuerdan.

Otro de los aspirantes que más les llamó la atención fue David Bustamente. «Aunque sólo tenía 19 años, nos sorprendió su marcada personalidad. Además, la fecha de su casting es difícil de olvidar, puesto que fue el 11 de septiembre de 2001». Carbonell y Navarro han percibido un cambio de actitud por parte de los aspirantes, especialmente de los «dating shows» (contactos). «La gente venía de verdad a buscar pareja, incluso algunos se han casado. Hoy en día, quizá ese tipo de programas son más superficiales, pero no por el espacio en sí, sino por los participantes, que son menos concursantes y más actores. Las máscaras caen por su propio peso. Los primeros interesados en que un concursante no se guionice son la propia productora y la cadena», señalan.

 

EL INSTANTE MÁS VISTO DE LA HISTORIA
«Operación Triunfo» ya forma parte de la historia de la televisión. Y es que la primera edición del «talent show» batió todos los récords posibles de audiencia. La final, en la que Rosa López resultó ganadora, fue vista por casi 13 millones de personas, lo que se tradujo en un 68% de «share». El fenémeno de los «triunfitos» tuvo su máxima expresión en el Festival de Eurovisión de 2002. El momento de las votaciones, con casi 15,5 millones de seguidores y un 91,1 por ciento de cuota de pantalla se convirtió en el instante más visto de la historia desde que existe la estadística de audiencias.
 

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