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La Razón
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Los derbis madrileños son ocasión para la nostalgia. Inevitablemente se han de recordar figuras, grandes duelos, resultados a veces sorprendentes y el ambiente de otros tiempos, en nada parecido al actual. Por ejemplo, el Metropolitano era un campo casi familiar. En la tribuna existía un pasillo entre las gradas que permitía paseos durante el descanso, lo que facilitaba las relaciones entre los aficionados.
Verde, que se hizo rico con la construcción, mantenía grandes duelos con Gento. Griffa encarnaba la firmeza defensiva, aunque era menos duro que Benito. Madinabeytia guardaba la portería con pulcritud y Juanito Alonso no le andaba a la zaga. Luis Aragonés, aun con su peculiar modo de correr, poseía la inteligencia en el juego que Manolo Velázquez tenía en el Madrid. El Madrid disfrutó de Di Stéfano y Puskas y el Atlético gozó con Mendonça, a quien llegó a sacar en hombros.
La vida de algunos futbolistas rojiblancos fue más azarosa que la de los madridistas, pero entre ellos hubo más camaradería que la que existe actualmente. Lo mejor de los partidos de antaño era el hecho de que de vez en cuando los colchoneros rompían el pronóstico y proporcionaban a su grey el gozo que tanto perseguían y no siempre lograban.
Ahora la potencialidad de las plantillas es muy diferente. Pérez Payá fue el último amateur de Primera siendo jugador del Atlético. Cuando pasó al Real Madrid lo hicieron profesional. Es uno de los pocos que han hecho el tránsito.
El Madrid le ha comido terreno económicamente al Atlético y de ahí su mayor crecimiento. Ya no pelean entre iguales.