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Principio irrenunciable
No digo que el Gobierno deba responder barbaridades en sus contestaciones escritas a las preguntas de la oposición. Como es lógico, hay que ser respetuosos, cuidadosos y diplomáticos, sobre todo si lo que quieren saber sus señorías es qué haríamos en caso de una nueva invasión marroquí al islote de Perejil. Pero una cosa es esa y otra distinta lo que el Gobierno haría de verdad en circunstancia semejante. Particularmente lo tengo claro, y como yo miles de ciudadanos: Zapatero dejaría que los marroquíes se apoderaran de la roca y restaría importancia al gesto inamistoso con argumentos del tipo «aquello no vale nada y en realidad no era de nadie», o bien «un pedazo de tierra no merece que arriesguemos a un solo soldado español».
La triste realidad hoy del Gobierno de España es que no nos toman en serio. Ni Chávez ni los Castro ni Mohamed VI. Saben en Rabat que pueden hacer lo que quieran en el Sáhara o en Melilla sin que nuestro Ejecutivo lo conteste o condene.
Ciertamente hay que ser diplomáticos y tener buenas relaciones con el vecino del Sur. No puede ser de otra manera. Pero la razonable vecindad no está reñida con la dignidad. Defender la libertad en el Sáhara debiera constituir para España, por razones históricas y también de justicia, un principio irrenunciable. Porque se empieza con el Sáhara y se acaba con las Canarias.
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