Mar del Norte

Así era la presa llamada a unir Inglaterra y el Viejo Continente

En 1930 un grupo de ingenieros presentó un plan para unir Inglaterra y la Europa continental drenando buena parte del Mar del Norte.

Mapa del proyecto
Mapa del proyectolarazon

Hay planteamientos científicos que se debaten junto a la delgada línea de la genialidad y del surrealismo. Tal es el caso de la idea publicada en la revista estadounidense «Mechanix Illustrated» en septiembre de 1930. En ella, se recogía el proyecto de unos ingenieros ingleses para unir la Europa continental y Gran Bretaña.

La noticia causaría especial revuelo entre los expertos británicos, que lo consideraron una amenaza para Inglaterra, que perdería parte de su costa en el Mar del Norte y centros turísticos como Yarmouth, Lowestoft, Clacton, Filexstowe y Southend, entre otras consecuencias.

Los técnicos que idearon el proyecto defendían su viabilidad, costeando el proyecto gracias a la riqueza mineral del fondo del mar y que aseguraban que podría mantener hasta a veinte millones de personas.

A pesar del «absurdo» del proyecto, como fue calificado desde la isla, se barajaron seriamente los pormenores y las consecuencias económicas y comerciales de una obra de ingeniería de tal magnitud.

Dos presas gigantes
El enlace entre Inglaterra y el Viejo Continente se tejería gracias a dos presas. Una desde el condado de Norfolk hasta la costa de Dinamarca, y la otra desde Kent hasta el litoral belga. Dover y Calais, unos de los principales puntos de unión actualmente entre la costa francesa y la británica, serían conectados por dos puentes.

«Drenar el Zuider Zee (una antigua entrada poco profunda del mar del Norte en la zona noroeste de los Países Bajos, que se extendía unos 100 km tierra adentro) es caro, pero posible, pero desaguar la mitad del Mar del Norte está fuera de toda cuestión», dijo el científico e inventor A. M. Low. A pesar de ser tildado como «imposible» por eminencias del mundo científico de los años 30, reconocían en todo caso que el esfuerzo «llevaría mucho tiempo y, para entonces, la evolución en otros ámbitos podría hacerlo innecesario».

El faraónico plan de los ingenieros, un preludio de los planes e inventos que alumbrarían la guerra diez años después, quedó en el olvido y archivado por la prensa de la época como «una cosa de un futuro muy lejano».