Móstoles
Católicos al rescate: la red de ayuda más eficaz frente a la crisis
La Iglesia hace que cada euro que recibe rinda como tres a través de parroquias, religiosos y ONG
MADRID- Es un hecho que más de 300.000 familias españolas llevan cada año a sus hijos a la catequesis católica. En ella, los niños crecen en la fe, pero también en las virtudes que el cristianismo predica y que son beneficiosas para cualquier sociedad: esfuerzo, hermandad, comunidad, honestidad, confianza...
Imaginemos que la Iglesia no existiese, que desapareciese de la noche a la mañana, pero que esas 300.000 familias pidieran que se siguiera dando esta formación en virtudes. Ya no habría catequistas voluntarios: habría que pagar a los formadores. Y sustituir a los párrocos por algún tipo de asesor, en parte social y en parte emocional, que se dedicase a tiempo completo a atender a la gente, siempre con problemas para compartir, siempre necesitada de ser escuchada en profundidad.
El hecho es que la Iglesia cumple una función social y su sustitución por cualquier otra cosa a precios de mercado es inimaginable e inviable. Hace dos años, el gestor de los obispos, Giménez Barriocanal, calculaba que en la Iglesia cada euro rinde por 2,7. La Iglesia es titular de 6.000 centros de enseñanza: si el Estado tuviese que cubrir esas plazas costaría 4.150 millones más al erario público. En sanidad, la red de centros eclesiales ahorra unos 14.000 millones al Estado. En un país turístico como España, donde 7,5 millones de extranjeros buscan turismo cultural, la Iglesia mantiene un tercio de los monumentos del país. Allí donde hay una comunidad cristiana nacen servicios útiles. Cáritas cuenta con una red de 6.000 centros parroquiales y casi 62.000 voluntarios: sólo gasta un 6% de sus fondos en gestión y promoción. Mientras la crisis está hundiendo muchas pequeñas ONG que dependían de ayuntamientos y diputaciones, la católica Manos Unidas se mantiene firme con sus 90.500 socios, un 82% de fondos privados y medio siglo de experiencia. Si hay una entidad de la que pueda decirse que trabaja como una red, esa es la Iglesia, y la española, con más de cien obispos de nuestro país repartidos por 30 países y unos 15.000 misioneros en los rincones más inauditos, es una parte importante de esa red.
La Iglesia es además pionera y creativa. En épocas y lugares donde nadie pensaba en educar a las niñas, o a los pobres, o a los negros o indios, surgieron grandes fundadores de escuelas, de métodos pedagógicos, de órdenes dedicadas a educar. También hoy es pionera en muchos campos. Ahí están, por ejemplo, los 300 centros de orientación familiar o asociaciones pro vida católicas que ayudan a muchas familias a mantenerse unidas, prever crisis o superarlas. ¿Hay alguna otra institución social luchando contra la «siniestralidad familiar», la ruptura de parejas y matrimonios, un fenómeno que todos los sociólogos saben que genera pobreza económica?
Una mención especial merecen los sacerdotes en el mundo rural, casi siempre envejecido. El sacerdote es quien aviva la actividad parroquial y dinamiza a las comunidades. Mantiene las redes humanas que hacen que cientos de joyas arquitectónicas sigan vivas, y acompaña en su soledad a muchos ancianos.
El clero diocesano genera casi 35 millones de horas en atención pastoral, y su sueldo es mínimo. Nadie ha contado todavía cuántas horas de atención pastoral genera el clero regular, que en España implican a 50.000 religiosas y unos 12.000 religiosos, de los que 8.000 son sacerdotes. Y a esto hay que sumar infinitas iniciativas: cada diócesis (hay 70), cada parroquia (hay 22.000), pone en marcha roperos, colectas de comida, apoyo a sus misioneros, actividades para niños y para la tercera edad, asesorías para inmigrantes, bolsas de trabajo, visitas a enfermos... Ésta es la red que se apoya con la «crucecita» del IRPF.
Una «crucecita» muy fecunda
- La «equis» del IRPF cubre el 40% del gasto en las diócesis rurales y pequeñas, donde el sacerdote es clave para dinamizar una población muy envejecida
- En las parroquias trabajan más de 70.000 catequistas formando niños y adolescentes
- 200.000 inmigrantes recurren a la ayuda de las entidades católicas en España cada año
EN PRIMERA PERSONA
Eugenia / Madre de familia en paro
«No sé qué haría sin Cáritas»
A la parroquia de Nuestra Señora del Rosario y de la Esperanza, en Móstoles, acuden decenas de familias, españolas e inmigrantes, que necesitan cubrir sus necesidades básicas. Eugenia, madrileña de toda la vida, tiene 53 años a sus espaldas pero parece mayor por las dificultades. Ni su marido, ni su hijo ni ella trabajan y no tienen más que para pagar el piso, pero no para comer. Lleva un año acudiendo a Cáritas para poder alimentar a su familia y vestirse. Afirma que «muchas veces pienso en matarme», porque la situación no puede ser peor para ellos pero trata de aguantar por su marido y su hijo, que también sufren lo suyo. Está convencida de que si no hubiera recibido la ayuda de Cáritas no habrían podido aguantar tanto tiempo.
Margarita / Voluntaria parroquial
«Cuando nos piden ayuda no se sienten invisibles»
Margarita forma parte de un equipo de seis personas. Ayudan a una pequeña parroquia de Madrid, «una de las más pobres», afirma. Y aunque la labor es más dura, también gratificante. Entre las tareas que realizan está la atención a grupos escolares, recogida y distribución de alimentos o visitas a familias necesitadas. «Cuando vienen a pedir ayuda nos cuentan que se sienten invisibles, que nadie les ha hecho caso. Aquí ocurre lo contrario. Para nosotros, cuentan. Les damos alimentos, apoyo moral, y les invitamos a que formen parte de nuestra comunidad». El marido de Margarita, que es físico, da clases de refuerzo a los niños: «Lo hacemos desinteresadamente porque la Iglesia nos ha dado mucho». Por eso animan a marcar la casilla de la Iglesia: «Ayuda a mucha gente».
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