Cataluña
Grandeza y mezquindad por José Clemente
Don Juan Carlos puede irse a cazar donde le plazca, le inviten o pueda como ciudadano libre que es en una democracia constitucionalista, porque si viviera una monarquía absolutista del XVII se iría igualmente pero sin dar explicaciones a nadie. Y aunque también en democracia debe darlas, sólo se limitan al Ejecutivo y en función de su cargo como jefe del Estado. Por lo demás y conociendo su talante, es libre de ir donde quiera pues España no quedará en mal lugar estando él presente. Pero no voy a referirme en esta Cresta del Gallo a la libertad individual de nuestro monarca, que la tiene, sino al gesto que realizó a la salida del hospital cuando pidió disculpas a todos con ese lacónico «no volverá a suceder», pues la diferencia entre la grandeza y la mezquindad estriba en la mayoría de ocasiones en el concepto que tenemos de nuestras responsabilidades. Tan difícil es pedir perdón, como saber aceptarlo.
Traigo esto a colación de las disculpas realizadas estos días por nuestros gobernantes hacia los ciudadanos de Lorca por el retraso en la ejecución de algunas obras en la Ciudad Sol, realizadas durante los actos conmemorativos del primer aniversario del terremoto que llenó de desolación y muerte la capital del Guadalentín. Confesiones expresas de perdón que iban precedidas de las dificultades con que se toparon los dirigentes murcianos a la hora de acelerar la llegada de ayudas, explicaciones en las que no faltaron las denuncias por carecer de una legislación para situaciones de excepcionalidad como las ocurridas en Lorca. O dicho en román paladino, una forma educada para no acusar a los socialistas de haber dificultado dicha reconstrucción, pero que en la memoria de todos está. Hubo en España otras catástrofes que sí contaron con esa excepcionalidad, como los incendios de la Cataluña central y Guadalajara, la rotura de la presa de fango tóxico de Doñana y, especialmente, el hundimiento del «Prestige».
En pocos meses esos problemas se resolvieron, pero con Lorca el Gobierno socialista no quiso o no pudo actuar, atrapado como estaba en salvar los muebles de las derrotas que se le avecinaban y, sobre todo, por la huida de Zapatero de la secretaría general del PSOE y del Gobierno que debía hacerse cargo de la reconstrucción de Lorca. Valcárcel y Jódar no tenían que pedir perdón por nada que no estaba en sus manos y, mucho menos después de que se dejaran la piel por esa ciudad. Pero lo hicieron. Pidieron perdón y han acelerado todo el proceso ahora que sí está en sus manos, mientras los verdaderos responsables del retraso (Zapatero, Blanco, Rubalcaba, Tovar y Soler) critican esa petición de perdón. Esa es la diferencia entre la grandeza y la mezquindad, o como dijo Valcárcel a la COPE, «no abandonaré mi responsabilidad hasta que Lorca se haya recuperado en su totalidad».
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