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El atentado más grave de la historia moderna de Egipto

La cadena de explosiones comenzó a la 1.15 de la madrugada del sábado 23 de julio de 2005 en la Bahía de Nama, una turística zona de Sharm el Sheij rodeada por varios hoteles de playa y repleta en esos momentos de cientos de visitantes procedentes de todo el mundo. Murieron 90 personas y resultaron heridas más de 150 en un atentado que no tardó en considerarse el más grave de la historia moderna de Egipto.

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Dos de las explosiones fueron provocadas por coches bomba. Uno, cargado con 300 kilos de explosivo, estalló frente al lujoso hotel Ghazala Gardens y el otro, con unos 200, lo hizo a tres kilómetros de distancia cerca de un mercado de la ciudad antigua. La tercera bomba, oculta en una bolsa, fue detonada en las proximidades del paseo marítimo. Las explosiones lograron estremecer los cristales de edificios situados a varios kilómetros y levantaron enormes llamaradas y columnas de humo por toda la bahía.

Los turistas, confusos y horrorizados, se arremolinaron por las calles de la ciudad mientras los equipos de rescate buscaban a las víctimas. Varios cadáveres yacían ocultos bajo sábanas blancas o dentro de bolsas de plástico. Entre ellos había siete extranjeros. La mayoría de los heridos eran egipcios, pero también fueron atendidos turistas de países como Gran Bretaña, Alemania e Italia.

Entre ellos estaban Ana María Suárez, Tomás Fraga y Dámaso Carlos Núñez, los tres españoles que tuvieron que ser hospitalizados tras la explosión que les sorprendió cuando salían a cenar. Los tres formaban parte de un grupo de trabajadores de la empresa Segas, de Unión Fenosa, que licúa gas en el delta del Nilo, y estaban en Sharm el Sheij pasando el fin de semana. Ana María Suárez fue herida por un trozo de metralla que le provocó una hemorragia interna y Dámaso Carlos Núñez fue ingresado en un hospital de la ciudad por heridas y varios cortes en las extremidades.

Su compañero, Tomás Fraga, sufrió quemaduras de diverso grado en la cara y fue operado en uno de sus ojos en un hospital militar egipcio. Llegaron a Madrid dos días después, en dos aviones ambulancia fletados por su empresa en una repatriación que no estuvo exenta de polémica, ya que sus familiares aseguraron haberse encontrado con demasiadas dificultades a la hora de recibir información por parte de la Embajada española de El Cairo.

Reivindica Al Qaida
Varias horas después del atentado un grupo autodenominado «Brigadas Abdula Azam en Siria y Egipto», que se declaró vinculado a Al Qaida, se atribuyó la responsabilidad de las explosiones en un comunicado difundido por una página de internet. Poco tiempo después, la Policía egipcia ya había detenido a una veintena de sospechosos.

Por su parte, el entonces presidente egipcio no tardó en desplazarse al lugar. Allí visitó a varios de los heridos, declaró que las Fuerzas de Seguridad preparaban una amplia operación «peinado» en el Sinaí en busca de cómplices y ordenó al Gobierno que acelerara el levantamiento de escombros y la reconstrucción de los lugares destruidos.

El discreto empresario del régimen
Los hoteles objetivos del terrible atentado pertenecían a Husein Salem, un empresario discreto –no concedió nunca entrevistas a la Prensa occidental– que pertenecía al círculo íntimo de la familia Mubarak. De hecho, cuando cayó el dictador tras las revueltas, Salem huyó con su familia a Dubái. Allí, la Policía le intervino una maleta con 500 millones de dólares en metálico, con los que pensaba afrontar «los imprevistos» del exilio. Husein Salem, además de los hoteles, era socio en la empresa mixta egipcio-israelí encargada del suministro de gas al Estado hebreo, tarea que exigía la «máxima confianza» del régimen.