Sindicatos

Patatas como con carne

La Razón
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Le copio a Rubén Amón el símil que utilizó anteanoche. Esta huelga de hoy es el cartel que exhibía una casa de comidas de Cádiz. «Patatas como con carne». Carne no tiene, pero se han esforzado en cocinarla como si la tuviera. El empeño de última hora en personalizar en Rodríguez Zapatero sus reproches –«rectifique, señor presidente», escribe Cándido; «¿cómo puede ofrecer diálogo quien ha roto todos los puentes?», dice Toxo– confirma que los convocantes no han conseguido inocular en la ciudadanía un motivo preciso y grave, un detonante, que justifique el recurso a la última trinchera, el paro general para forzar el repliegue del Gobierno. La de hoy viene a ser una huelga placebo: produce, en sus organizadores, la sensación de estar aplicando el tratamiento correcto, aunque carezca, en realidad, de efectos benéficos conocidos. Cándido y Toxo son tipos férreos y testarudos, el ejemplo, si se quiere, de la coherencia ciega. Son coherentes con las posiciones que ambos siempre han mantenido –no a las reformas, sí a la protección y el gasto público–, aunque sean posiciones, en mi opinión, equivocadas y antiguas. Los han dejado solos en su oposición a las reformas. No hace ni un año, su airada reacción a la prédica reformista del gobernador del Banco de España –al que llamaron «neocon», liberal extremo camuflado de socialdemócrata, peón de los mercados, y al que animaron a irse «a su puta casa»– fue avalada de facto por el Gobierno con el ministro Corbacho como punta de lanza. Ahora es el presidente quien repudia sus dogmas anteriores –«la crisis nos ha enseñado que los fundamentalismos no sirven de nada»– para abrazar la buenanueva de que facilitar el despido es ineludible para mantener a flote España. Condenada al desagüe, su doctrina de siempre («una reforma laboral ni crea empleo ni es oportuna») se reinventó profeta de las leyes del mercado para aliviar la asfixia de la deuda soberana. El volantazo funcionó. Las subastas del Tesoro han dejado de ser agónicas. En el decálogo sindical figura, como primer mandamiento, convocar huelga general si te hacen una reforma laboral que no te agrada. Los sindicatos se han aplicado el cuento y la han convocado. Dicen, como Zapatero, que nos les quedaba otra. Alegan, como él, que no había otra salida, aunque ésta sea «una gran putada». Se sienten, los tres, personajes de un guión que no han escrito ellos. Hacen lo que hacen porque es lo que toca. Hoy cabe preguntarse cómo se mide el éxito de esta huelga. Los convocantes han tasado el triunfo no en el número de trabajadores que hoy se quede en casa, sino en lograr que el Gobierno entierre su reforma. La huelga será un éxito si el Gobierno recula. Pongamos que hoy se para España y, pese a ello, Zapatero aguanta el pulso. ¿Quién gana entonces? Imagino que cuando Méndez y Toxo prometen leer atentamente el resultado contemplan este escenario. Su coherencia irreductible volverá a ponerse a prueba. Si el triunfo es tumbar la reforma, todo lo demás es derrota.