Barcelona
José María Manzanares: «La vida sin torear se queda en nada»
El torero reaparece mañana, después de seis meses, en el Palacio madrileño de Vistalegre con El Juli y Talavante
Vive encerrado en el campo durante el invierno, en la finca salmantina del apoderado (Toño Matilla) y en su retiro nos encontramos con él a pocos días de su reaparición en Vistalegre, seis meses después del percance de la mano, que le ha costado un calvario. El día está soleado «es la primera vez que sale el sol en muchos», apunta Manzanares. En el salón de la finca está el diestro editando un vídeo de un toro que ha matado pocos días antes. Junto a él, la cuadrilla... Trujillo, Blázquez, Curro... Irán llegando más después. Una pequeña gran familia. Un sacrificio inmenso que les exige dejar todo a un lado: a su gente incluida. «Merece la pena, sin duda». La conversación se alarga, intenso Manzanares, resuelto, meditado y lleno de ilusión por dentro.
–¿Está al cien por cien?
–No, pero ya puedo torear. Con la mano izquierda hago el juego de la pinza pero no la garra. Pero para eso queda cinco o seis meses.
–¿Por qué se complicó tanto?
–Por las prisas. Quería torear en Madrid. El médico me avisó de que el tendón se podía romper, y así ocurrió.
–Y a partir de ahí, diez operaciones.
–Lo he pasado mal. Después de cada operación me veía el dedo con peor pinta y ya no sabía cómo iba a responder. Y ni tan siquiera si iba a poder torear. En una de las intervenciones cuando me quitaron la venda y me vi la mano, tuve ganas de llorar.
–Luego vinieron los injertos.
–Sí, primero me hicieron un colgajo que se llama, porque te pasan piel del dedo índice al gordo, y después un injerto del brazo a la mano. El problema es que la herida no cicatrizaba y no tenía movilidad. Después he ido ganando, poco a poco, y la herida se iba abriendo.
–¿Es duro estar sin torear?
–He estado cinco meses sin poder hacer nada, y estaba triste, casi como una depresión. Me levantaba, me sentaba en el sofá, y sí, venían amigos a verme y mi mujer, pero tenía una tristeza... Veía que mis compañeros toreaban y pensaba en todas las fechas que yo tenía y le daba muchas vueltas.
–Entonces, más que miedo por lo ocurrido, ¿se despierta una sensación de rabia?
–Sí, es como si te quitaran tu vida. Por eso es tan duro cuando un torero se retira. Este mundo te absorbe mucho. Son muchas emociones las que se sienten y cuando dejas de tenerlas el vacío que te deja en tu vida personal es muy grande. La vida sin torear se queda en nada.
–¿Y el ocio, la diversión?
–Sí, claro, pero a veces cuando me junto con compañeros como El Juli, estamos tomando algo y seguimos hablando de toros...
–Y en invierno se encierra aquí en la finca con la cuadrilla.
–La gente nos ve en la plaza y el torero tiene imagen de fiestero, pero la realidad es que me recluto aquí en invierno con la cuadrilla y no salimos. Estar cuatro días es bonito, más tiempo te conviertes casi en un ermitaño.
–¿Torero y cuadrilla todo el día juntos?
–Sí, aquí dejamos atrás los amigos, las familias, toda la vida social, pero compartes alegrías, tristezas y se establecen vínculos mucho más estrechos que los profesionales.
–¿Merece la pena tanto sacrificio?
–Por el toro merece la pena todo.
–¿Cuál es ese momento en el que se siente más recompensado?
–Hay faenas en las que estás bien, a la gente le llega y cortas las orejas. Y otras en las que la conexión con el toro es muy profunda.
–Sólo toro y torero.
–Ahí no me entero de nada. Puede estar la plaza llena, que da igual. A veces ese estado hasta se le nota al torero, porque tiene la cara desencajada y es como que le da igual por dónde pase el toro.
–¿Con el miedo cómo se lleva?
–Con el miedo hay dos caminos: vencerlo o que te venza. Si te vence te estás dejando influenciar por la presión, los nervios y las dudas en ti mismo. Para eso es clave la preparación física y mental.
–¿Cómo es la evolución del miedo en una tarde de toros?
–Aparece desde que te levantas hasta que llegas a la plaza. Cuando haces el paseíllo baja, porque ahí ya estás desarrollando.
–¿Engancha esa sensación?
–Sí, es tan intenso, tan al límite que después todo aburre. Una vida sin sensaciones estaría vacía. Me faltarían esas vivencias que en definitiva es una relación contigo mismo. Tú te conoces y sabes cuándo estás tranquilo, descubres cuándo te impresionas y cuándo te decepcionas. Es una vida muy rica.
–¿Cuál diría que es el momento más tenso?
–Me suelo echar antes de la corrida. A veces duermo, si toreo en una plaza muy importante, me cuesta mucho... Pero cuando estoy tumbado en la cama y oigo al mozo de espadas que mete la llave en la puerta... ¡Uf! ahí siento un escalofrío y pienso «ya está». Mientras te vistes te vas mentalizando. Vas metiéndote en el papel para llegar a la plaza.
–¿Lleva capilla?
–Sí, y va creciendo. No puedo rechazar las estampitas que me dan.
–¿Y supersticioso?
–Sí, estoy intentando quitarme, pero pasamos tanta tensión que a veces te agarras a tonterías. Siempre me visto por el derecho y no me corto las uñas ni el pelo el día antes de torear.
–¿Maniático para los vestidos?
–No me salgo de los tonos azules y rojos, ni creo que lo haga nunca. Y tengo que sentir que el vestido queda perfecto, si no me pongo otro. El grado de tensión es tan alto que lo mínimo molesta.
–En cambio, aguantan ritmos vertiginosos durante la temporada.
–Y es curioso cómo el cuerpo aprende a descansar. A principio de temporada los toreros estamos tensos en los patios de cuadrilla, en el mes de agosto, si te fijas, hay muchos que adoptan posiciones más relajadas. Es como si el cuerpo aprovechara para descansar.
–Han salido del ruedo para defender la Fiesta.
–Sí, ése es el objetivo. Fomentarla y protegerla. Primero fue el paso a Cultura y queremos hacer también lo de Barcelona. Ha sido un proceso duro porque estamos acostumbrados a estar cada uno metido en su carrera y ya está.
–¿Le duele que Castella afirmara en una entrevista que en ese G10 había intereses particulares?
–A él lo respeto y admiro como torero y si ha decidido llevar la lucha por su parte, fenomenal, pero no es verdad que tengamos intereses propios. Es injusto. Estamos dando mucho y los malos no somos nosotros. Sin la Fiesta no somos nada y sin el público tampoco.
–¿Van a seguir?
–Sí, sí. Esto se ha hecho de ahora en adelante. Es como un pilar para todo lo que venga de fuera.
–¿Cree que el toreo se tiene que modernizar?
–Sí. No puede ser que el toro vaya a otro ritmo que la sociedad.
–¿Es pionero en Twitter?
–El torero de siempre ha sido un personaje misterioso, pero eso no se va a perder. Es muy bueno dar a conocer el mundo del toro por dentro y hacer partícipe a la gente de las cosas. Compartir un sentimiento me genera algo bonito.
–¿Cómo ve la relación entre la moda y el toreo?
–Creo que tienes que estar bien posicionado en tu profesión para hacer otras cosas. Pero esos reportajes son buenos si se da a conocer el mundo del toro.
Grupo «Toreros»
- ¿Cómo surgió el G10? –Íbamos hablando durante la temporada según coincidíamos en las plazas y hablábamos que había que hacer algo. Nos pasábamos el pin de la blackberry, hicimos un grupo llamado «Toreros» y por la noche, poníamos en común las ideas. Cuando acabó la temporada nos juntamos.
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