Feria de San Isidro
Alberto Elvira: «José Tomás parece otro en dos días»
Elvira es el actual apoderado del torero mexicano El Payo y vivió de primera mano el dramático percance.
Es sabido que fue Celestino, el ya mítico abuelo de José Tomás, quien le metió el toreo en la sangre. Pero también fue el taxista de Galapagar quien le puso en contacto con Alberto Elvira, que quería ser torero, para comenzar juntos la apasionante aventura de convertirse en matadores. Durante muchos años la sierra de Madrid fue el escenario de esas primeras batallas mientras se fraguaba una amistad que ha perdurado en el tiempo. Un cuarto de siglo después, y a muchos miles de kilómetros, fue Alberto Elvira quien se tiró al ruedo para recoger al compañero herido. Uno de los primeros en llegar a socorrerle y, desencajado, acompañarle en ese trance brutal, que les puso a todos al límite. «Desde que salí del burladero, antes de llegar a José vi que le salía la sangre a borbotones. Era una cosa impresionante, pero él estaba tranquilo. De hecho, cuando se atrancó un poco la puerta al salir, José Tomás dijo, casi como enfadado por el nerviosismo de los demás: ‘‘Tranquilo, tranquilo, qué prisas tenéis''. Antes de que entrara en la enfermería había perdido el conocimiento, y eso me asustó muchísimo. Durante el camino José se iba sujetando la herida y al final la soltó, se había abandonado. La sangre nos desbordaba los dedos. ¡Cómo puede salir ese chorro tan brutal del cuerpo humano! Pensé que estaba muerto, que se había desangrado», comenta Alberto Elvira. El shock llegó décimas de segundos después. Una vez que José Tomás ya estaba en la enfermería y la sangre del torero derramada, fuera del cuerpo. «No daba crédito. No podía pensar que dos minutos antes José estaba toreando y que ahí acababa todo. Me quedé fuera de la enfermería, estaba también el padre, roto, y es una de las personas más fuertes que conozco. Encima había una confusión brutal, no sabían si se lo llevaban, si venía un helicóptero... Era una situación desesperada y cada vez que un médico salía de allí estaba descompuesto. Pensábamos que en cualquier momento nos dirían que había muerto», relata el torero.
A la puerta del quirófanoCincuenta minutos en la plaza, el torero estabilizado y camino al hospital. «Hicieron un despliegue brutal para que se tardara lo menos posible en trasladarle. Mientras, me fui al hotel a cambiarme porque estaba lleno de sangre y a las puertas del hospital vinieron también horas angustiosas. Estábamos enfrente del quirófano y veíamos cómo traían plasma y más plasma de otros hospitales. Los médicos salían, pero no aclaraban la situación. Estábamos el padre; Andrés, el hermano; dos amigos Carlos Julio y José Mari, Kiki, Miguel Cubero, Fernando Ochoa, Salvador y pocos más. Sentados esperábamos y en cuanto salía alguien del quirófano nos levantábamos. No sabíamos lo que íbamos a escuchar. Lo más fue que estaba estabilizado». Tan sólo dos días después, pasadas las horas críticas tras el percance, Alberto Elvira se reencontró con José Tomás en la UVI. Estaba ya el torero despierto: «Fue un momento increíble, porque llevaba tiempo sin hablar con él, unos meses. Antes de la corrida le deseé suerte, crucé un par de palabras y ya está. Mientras me ponía la bata y me lavaba las manos, echó una sonrisa al verme y me hizo sentir muchas cosas. Allí estaba, con tantos tubos puestos, pero parecía otro después de dos días. Me preguntó por la corrida, por la de Payo, me contó que había tomado una gelatina, y eso que creo que no le gustan, y quedamos en que volvería mañana». Casi un capricho del destino: «Parece mentira que la vida me pusiera ahí para llevarlo a la enfermería. He pasado uno de los peores fines de semana de mi vida. Por José Tomás, por El Payo, que reaparecía después de una cornada muy dura, y nos encontramos con esto. Estoy un poco zombi. Me cuesta dormir, me vienen otra vez las imágenes a la cabeza y me he replanteado si todo esto merece la pena. Ahora me cuesta más todavía exigir a Payo». «José es un tío muy especial, no es excéntrico, sino especial. Como genio que es tiene sus peculiaridades, pero actúa por derecho. Como lo hace en los toros es igual en su vida, en sus decisiones, con sus amigos. No busca excusas, le llama a las cosas por su nombre y eso es lo que le hace tan diferente». El destino ha vuelto a unirlos 25 años después en el drama, y en toda esa intensidad vital que acompaña a la tragedia. «Él también estuvo a mi lado en los momentos malos. En una cornada en Madrid venía él de viaje y se fue a la plaza, a la enfermería...». Hoy volverán a verse.
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