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Cataluña

Recuperar la marca España

Nuestro país tiene talentos de primera línea en todos los ámbitos, pero ninguna nación mantiene su prestigio si no hay una acción de gobierno certeraI / Competitividad internacional: Un país que baja; II / Europa: Volver a la órbita de la UE; III / Iberoamérica: Un puente sobre aguas populistas; IV / Economía: Multinacionales con acento español; V / Cultura: Una lengua para todos; VI / Deportes: No basta con ganar

La pérdida de influencia de nuentra país hace necesario dar un giro para colocarnos entre los líderes de Europa
La pérdida de influencia de nuentra país hace necesario dar un giro para colocarnos entre los líderes de Europalarazon

La imagen de un país es el precipitado de experiencias pasadas, percepciones presentes y expectativas futuras. Está en los más viejos manuales de Diplomacia. Y de la aplicación de esta fórmula podemos extraer dos conclusiones.

La primera es frustrante: la marca España no ha sido suficientemente abrillantada y explotada de un tiempo a esta parte; al contrario, ha quedado severamente deteriorada y desfigurada por las acciones y omisiones de un Gobierno carente de visión de Estado. La segunda observación es, por contra, esperanzadora: se aguarda con interés la apertura de forma inmediata de una era de cambio y oportunidades, en la que no habrá espacio para políticas sectarias o alicortas.

El éxito futuro del distintivo España dependerá precisamente, en lo científico, en lo cultural, en lo tecnológico, en lo educativo, en lo empresarial, y por descontado en lo político y lo financiero, de la corrección de errores graves y reiterados. Los que nos han metido en el carril del desmoronamiento y que, en definitiva, tienen un origen único y maldito pero reparable: es imposible proyectar el interés nacional cuando no hay una idea de nación; y esa idea jamás la ha alumbrado el PSOE de Zapatero, Chacón y Rubalcaba.

Este socialismo, que ha pretendido presentarse engolada y altanera ante la opinión pública como moderno y abierto, ha pensado que el todo es más importante que la parte. Y ha patinado gravemente tanto de puertas adentro como de puertas afuera. En el ámbito doméstico no le ha salido gratis a España que su Gobierno se haya apoyado en fuerzas minoritarias y centrifugadoras cuyos proyectos han sido excluyentes y destructivos, que ese gobierno haya roto grandes acuerdos de los dos partidos nacionales que habían articulado mucho más que un modelo de convivencia.

¿Es tolerable que un poder autonómico como el de Cataluña haya recaudado en un año más de 180.000 euros multando a los que rotulan sus negocios en castellano? ¿Tiene sentido la persecución a una lengua que hablan ya más millones de habitantes en Estados Unidos que en nuestro propio país? ¿es así como mejor se proyecta España ante la mirada de nuestros vecinos?

Es una evidencia que si nos seguimos presentando debilitados y divididos en nuestro solar nacional, nuestra reputación internacional difícilmente podrá cabalgar. Y que si continuamos confundiendo prioridades, lo pagaremos. Como lo hemos hecho hasta ahora.

Los políticos que fracasan en la tarea de resolver los problemas de las personas con frecuencia hacen menguar el propio peso de su nación en el mundo. Y es el caso del PSOE. El fiasco ha sido mayúsculo al favorecer y proteger a empresarios y profesionales cuya actividad e iniciativas podrían haber tenido más largo y ancho recorrido. Pero por regla general se les ha estorbado o desalentado. O simplemente cuando han buscado la expansión no han podido contar con el apadrinamiento de una España, poco fiable.

Con sentido histórico apuntó Aznar antes de la avenida del zapaterismo que el lugar que nos correspondía no era ese rincón que ocupan los países que no cuentan. Y tristemente, se tomen los indicadores que se tomen, el PSOE ha conducido a una gran nación a una zona de sombra. Quienes a título individual o a título colectivo han podido triunfar saliendo de la penumbra, lo han hecho a pesar del deterioro paulatino de la imagen de España.

El propio Rajoy ha evocado recientemente un relato que explica las causas de este envenenado camino. O sea, las claves de la experiencia pasada, la percepción presente y la expectativa futura de esta nación: «Dos exploradores se ven en apuros al escuchar el rugido de un león; uno de ellos, tras oírlo, se para y cambia sus botas por unas zapatillas deportivas. Su compañero le mira asombrado diciéndole "no entiendo por qué pierdes el tiempo en cambiarte de calzado si nunca podrás correr más que la fiera"; el otro lo mira y emprendiendo la carrera contesta "no pretendo correr más que el león; pretendo correr más que tú"».

En efecto, la marca España se ha agrietado porque políticamente hemos corrido menos y peor que los demás. Hemos sido tortugas y ahora el gobierno del que heredamos montones de cascotes y escombros nos vende, por si cuela, una falsa liebre eléctrica. Pero la envergadura del desafío que está por venir reclama actores mucho más serios. España demanda acreditados corredores de fondo. ¿Tendremos altura de miras para avalarlos?


Alfonso Merlos
Analista político


«Tenemos que recuperar el prestigio de la marca España y conseguir que nuestro país vuelva a ser sinónimo de emprendimiento, empleo, innovación y prosperidad. Tenemos que recuperar el respeto y la reputación de España. Debemos saber que volveremos a influir y proyectar al exterior lo mejor de nosotros mismos cuando demostremos que somos capaces de arreglar nuestro propio país. La ecuación es sencilla: nuestra fuerza en el exterior está en nuestro interior»
Mariano Rajoy