Estreno
Un (mediocre) folletín por Cecilia GARCÍA
Algo falla cuando interesa más el debate posterior a «La Duquesa II» que la serie en sí. Y en algo se debe haber errado mucho cuando dos actores de empaque y reverencia diaria –nobleza obliga, pero interpretativa– como Adriana Ozores y Carlos Hipólito no nos hagan creer que son la Duquesa de Alba y Jesús Aguirre. O al menos, no durante todo el metraje. Puede que sea porque están obligados a defender escenas «pseudogays» pelín ridículas en las que el Duque de Alba-Aguirre ve cómo Cayetano se le rebela mientras se está desnudando. Secuencias como ésta restan verosimilitud a lo que pretenden que sea la vida y la convivencia entre Cayetana de Alba y Aguirre. Quizá los guionistas confundieron sus deseos con la realidad y, en ese trance, salimos perdiendo los espectadores.
«La Duquesa II» se enfrenta al reto de poner en imágenes a personajes que una hora antes, y dos después, salen en otros programas. El espectador está demasiado habituado a la presencia televisiva de la Duquesa de Alba y de sus hijos Cayetano y Eugenia como para conformarse con sucedáneos. El problema no está en los actores; está en una ambientación algo apolillada y en un guión más efectista que efectivo, que hurga, pero no profundiza, en unos personajes que conocemos demasiado. Una pena, porque la vida de Cayetana de Alba es un historión y sólo han logrado convertirla en un (mediocre) folletín.
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