España

Bravo Beni

La Razón
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Se sobrentiende que las acciones positivas y benéficas protagonizadas por nuestros militares no merecen el elogio y la gratitud por formar parte del cumplimiento del deber. Es una injusticia. Un famosillo pagado acude a Somalia a retratarse con un niño famélico y merece la atención de los medios de comunicación. Hace años, la fragata «Extremadura», al mando del capitán de fragata don Antonio Hernández Palacios salvó la vida a 254 personas, abandonadas por unos negreros turcos en una pretensión de nave a la deriva. El «Aydin Kaptain», que así se llamaba la cáscara de nuez con vías de aguas por todas partes, carecía de agua potable y su cubierta era un repugnante y resbaladizo espacio de depósitos, líquidos y sólidos humanos. Una cubierta estercolada. Nuestros marinos repartieron lo que tenían entre los nuevos esclavos del siglo XXI –aquello tuvo lugar en el año 2002–, se privaron de lo que les correspondía para aliviar a los que más lo necesitaban, y con una mar brava y resuelta, remolcaron al «Aydin Kaptain», lo llevaron a puerto con 254 vidas recuperadas, y cumplido el deber, con toda naturalidad, se hicieron de nuevo a la mar.
Días atrás, la fragata «Juan de Borbón», al mando del capitán de Fragata don Benigno González-Aller salvó a cien náufragos durante el cumplimiento de una misión en zona de guerra. Saga de marinos. Embarqué en la «Juan de Borbón» en la base naval ferrolana y su comandante era ya don Benigno, «Beni» para sus compañeros en el botón de ancla. Conocí la prodigiosa fragata que lleva el nombre de un marino ejemplar y un Rey que cumplió con todos los deberes sin disfrutar de uno solo de sus derechos. El almirante Bolibar Piñeiro nos abrió las puertas de la base con el señorío propio de los marinos. Hice el viaje con otros dos González-Aller. Don Antonio, Almirante y Jefe del Cuarto Militar de Su Majestad el Rey, y don José Ignacio, conocido por «Sisiño», contralmirante, máximo responsable del esplendor del Museo Naval de Madrid y padre del comandante de la «Juan De Borbón». Muchos siglos sirviendo a España desde la mar encadenando generaciones.
Los marinos, como los militares del Ejército de Tierra y los del Ejército del Aire, restan importancia a sus hechos heroicos o humanitarios. Esa medida en la prudencia, ese concepto del deber cumplido, los hace aún más grandes. En este caso mi satisfacción es triple. En España ha pasado desapercibido, pero en el mundo de la mar nuestra Armada ha vuelto a ser considerada un ejemplo. La fragata se llama «Juan de Borbón» y el comandante es Benigno González-Aller, al que mucho admiro y respeto, último y brillante eslabón de una saga de marinos portentosa. Cien vidas sin esperanza arrebatadas a la muerte.
La gesta y el gesto de la «Juan De Borbón» apenas ha merecido la cortesía de unas líneas en la prensa. Nuestros marinos, nuestros soldados, no cuentan –gracias a Dios– con el apoyo de los cejeros, los papanatas, los cínicos y los que se abruman cuando la Bandera de España preside una acción formidable. Pero yo me siento más orgulloso que nunca. Soy amigo del comandante, guardo como un recuerdo imborrable mi breve paso por la «Juan de Borbón» y me siento profundamente de ellos. Y me hace una gran ilusión que me insulten por mis sentimientos. ¡Bravo, Beni!