Damasco
Un caballo de Troya a 15 kilómetros de Damasco
DUMA (SIRIA)- Duma probó hace dos semanas la libertad y ahora todavía conserva algo de su dulce sabor, a pesar de estar de nuevo bajo el control del régimen. A tan sólo 15 kilómetros del centro de Damasco, la revolución está más viva que nunca después de once meses de represión y sufrimiento. El Ejército del presidente Bachar al Asad vigila las entradas de Duma, sus calles principales, donde hay desplegados tanques y soldados. No es fácil acceder ni salir de Duma, un velo y un carné falso ayudan, pero no garantizan nada. Los opositores no tienen miedo, sólo precaución: saben qué calles tomar y dónde se encuentran los francotiradores: en lo alto de los edificios gubernamentales más céntricos. «Lo más complicado es comunicarse, nos tenemos que desplazar al lugar o mandamos a algún niño», explica un activista que sirve de vínculo entre los opositores y el Ejército Libre de Siria (ELS) en Duma. La localidad, de unos 600.000 habitantes, lleva 15 días sin comunicaciones y con cortes de electricidad y agua. «Ahora no hay represión directa, pero nos hacen la vida difícil».
Los rebeldes consiguieron hacerse con el control de Duma a mediados de enero durante unos días, pero las fuerzas del régimen retomaron la ciudad, la más grande de las afueras de Damasco. Ahora rige una especie de tregua entre el ELS, que no está desplegado, y el gubernamental. «Los militares no están usando la violencia y nuestros hombres no los atacan», explica el activista, que asegura que hay 443 soldados del ELS en Duma, 250 de ellos militares desertores, el resto civiles. «La lucha armada es la única vía ahora mismo», aunque las protestas pacíficas siguen adelante al mismo tiempo.
En Duma salen a la calle todos los días, pero esperan a que caiga la noche porque en la oscuridad los hombres de Asad tienen más cuidado por la presencia de los del ELS. Son las 8 de la noche y una pequeña manifestación empieza a desfilar en las callejuelas de Duma: son pocas personas, la mayor parte chavales, y poco a poco se van sumando otros, aunque el número es reducido. «Hay miedo, pero la gran mayoría de la población está con la revolución», dice el activista que acoge a LA RAZÓN en su casa. Los habitantes de Duma se rebelaron contra el régimen desde el principio, cuando protestaron por primera vez en solidaridad con Deraa, en abril del año pasado, y fueron reprimidos brutalmente.
Todos se conocen y se ayudan, y gozan de cierta libertad. Los opositores se mueven por calles estrechas, pero en una de las intersecciones con una vía principal, los dos vehículos que circulan sospechosamente a las 11 de la noche son atacados por los francotiradores: el conductor agacha la cabeza y acelera hasta dejar atrás los disparos. En un barrio de Duma, una familia abre las puertas de su casa a LA RAZÓN y le ofrece café y té, y la única habitación con una estufa, para poder encontrar a uno de los miembros de los Comités de Coordinación Local, conocidos como «tansiquiya». El hombre, que se hace llamar Abu, explica que la organización es muy cuidadosa: los diferentes grupos de coordinación no se conocen, sólo tienen vínculos entre ellos, por si alguno es arrestado y torturado, que las autoridades no puedan llegar a todos los demás. El principal objetivo de los CCL es el de informar de lo que está ocurriendo y aliviar el sufrimiento de la población, sobre todo después de 11 meses de castigo colectivo por parte del Gobierno. Abu asegura que «el sufrimiento hace que la gente odie cada vez más al régimen», tal y como demuestra nuestro anfitrión. Tiene 5 hijos, de entre 16 y 3 años. No tiene combustible para calentar la casa ni puede comprar pan porque está en paro. «Sufro por mis hijos», dice en el momento en el que se oyen disparos y los niños ni se inmutan: «están ya acostumbrados».
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