Berlín
Rajoy resistió la presión de Bruselas para limitar el alcance del ajuste
Las subidas de impuestos y el recorte del gasto que el viernes pasado aprobó el Consejo de Ministros llevaban semanas en proceso de preparación y «mucho más tiempo» en la cabeza del presidente del Gobierno. Por Carmen Morodo
Mariano Rajoy ha seguido jugando sus cartas en La Moncloa de manera muy parecida a como lo hacía en la oposición: la estrategia del resistir y aguantar, esta vez ante Bruselas y ante Berlín. Las cumbres europeas y la firma del memorándum del rescate financiero han determinado los plazos de esa resistencia. Desde su entorno sostienen que Rajoy sabía «desde hace meses» que las circunstancias no le dejaban más margen que subir el IVA y meter otro tijeretazo en el gasto público, posiblemente antes del verano. Pero explican que se ha resistido hasta ahora para limitar el alcance del recorte.
«Si les hubiéramos dado el IVA al principio de la legislatura, como nos exigían, ahora estaríamos hablando de un recorte de pensiones», añaden fuentes muy cercanas al presidente del Gobierno. Desde fuera, a Rajoy se le ha reprochado falta de reflejos en el manejo de los tiempos e incluso en la valoración de la mala herencia recibida. Todavía se le recuerda aquella descripción del proceso de traspaso de poderes como «ejemplar». Desde Moncloa, lo que dicen es que tenían la obligación de «aguantar el pulso» a Bruselas y esperar a que ellos se movieran, con la ayuda a los bancos y con la prórroga para cumplir con el déficit, antes de empezar a pasar a limpio sus últimas «recomendaciones».
En cualquier caso, esta semana Rajoy se ha vuelto a reinventar a sí mismo, como otras tantas veces lo hizo como líder de la oposición. Y lo ha hecho por la vía de ser él personalmente el encargado de presentar una enmienda a su discurso y hasta a la acción de su equipo económico, especialmente del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. El titular de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, acabó a la fuerza renegando del camino que él ya antes de llegar al Gobierno pronosticaba como el único posible a seguir: el del «banco malo»..., incluso el de la subida del IVA.
Hay quien ha visto esta semana y el Consejo de Ministros del viernes como la apertura de una nueva etapa en la Legislatura. Desde Moncloa, sin embargo, sostienen que no es sino otra etapa más dentro de un «difícil» camino que en ningún caso ha terminado. «Sabíamos que llegarían nuevas decisiones impopulares, como también sabíamos que la calle iría calentándose a medida que avanzase el año. Nadie ha negado nunca que este año iba a ser muy difícil, en la acción política y en lo social», explica un alto cargo del Ejecutivo.
En estos momentos, cuando la protesta social se reactiva, esta vez liderada por los funcionarios, el Gobierno sigue considerando que su principal problema es la prima de riesgo. El verano es una etapa muy complicada porque al moverse pocos valores en los mercados, éstos se vuelven especialmente volátiles. Y en el Ejecutivo angustia la sensación de que ellos ya han hecho todo lo que está en su mano para calmar a los inversores. Hasta ahora los hechos han venido a confirmar que, como ha ocurrido con anterioridad, sólo la intervención del Banco Central Europeo (BCE) ha sido eficaz para contener la presión sobre la deuda soberana de los países con más problemas. Y esa batalla del BCE se ha perdido, al menos hasta el momento, aunque el Ejecutivo no ha renunciado a seguir dándola en la sombra. Por mucho que en el discurso oficial centren en el avance de la integración europea sus esperanzas para que se relaje la presión de los mercados, de puertas adentro se dice que la solución más rápida, y quizá hasta la única, sigue teniéndola el BCE.
Incluso en el caso de que la situación se estabilizase, y la financiación volviese a niveles sostenibles, por delante quedan nuevos e importantes ajustes en el gasto que se concretarán en los Presupuestos de 2013. La principal arma del Gobierno es el tiempo, es decir, que la legislatura está empezando. Y la segunda, la inexistencia de una oposición socialista «con autoridad y con discurso». En Moncloa admiten que el desgaste es inevitable y que irá a más en los próximos meses, pero confían en que pasado el ecuador de la legislatura puedan empezar a subir la cuesta por la que han empezado a caer. «Gobernar es tomar decisiones, no es quedar bien», sentencia un ministro.
«No hacemos lo que nos gustaría, hacemos lo que debemos»
GRANADA- El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pidió ayer a la militancia de su partido que no se «avergüence» por las medidas «nada fáciles» de tomar que se han tenido que aprobar y que salga a la calle con la «cabeza bien alta y con el orgullo de que no estáis defendiendo los intereses particulares de nadie, sino trabajando en beneficio de todos los españoles». Durante su intervención en Granada en la clausura del 13 congreso regional del PP-A, Mariano Rajoy aseguró que se está trabajando en «beneficio de los que nos aplauden, de los que se callan e incluso de los que protestan, sin atender a ninguna consideración partidista». Según comentó, comprende las «frustraciones y el malhumor» que están provocan los «sacrificios» que estás medidas suponen, pero aprovechó para advertir de que si no se adoptaran «las cosas estarían mucho peor».
«No vengo hablar de números ni de cosas técnicas ni decretos ni del BOE ni de leyes ni de reglamentos», aseguró el presidente, quien sí acudió al citado congreso regional a decir que hay una tarea «por delante gigantesca» que sólo se puede llevar a cabo desde la firme convicción de que «hacemos lo que debemos hacer» para superar esta crisis. «A lo mejor no hacemos lo que nos gustaría, pero hacemos lo que debemos, que es nuestra principal obligación ante el conjunto de los españoles», sentenció, informa Ep.
Y es que, Rajoy tiene la convicción de que su Gobierno está cumpliendo con su deber y que está siguiendo el único camino que conduce a la recuperación, el crecimiento económico y la creación de empleo.
Además, expresó que si hay algo que da sentido a las decisiones que está adoptando su Gobierno son los más de cinco millones de personas que no pueden trabajar porque no encuentran un empleo, entre ellos muchos jóvenes, y todos esos ciudadanos que pasan dificultades y que sienten «desánimo, que tienen dudas y que viven con estrecheces».
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