Un guiso de toda la vida

En la historia que traza Jenn Díaz, barcelonesa nacida en 1988, no hay teléfonos móviles, sino que el peso dramático de buena parte de la historia lo lleva una carta que escribe una mano escondida en un pueblo pequeño. Los personajes no tienen nombres modernos ni convencionales, sino Társila, Arcadio o Beremunda, y no por esquemáticos resultan ajenos. No hay rastro de Guerra Civil, de drogas de diseño, de miserias de la clase media; tampoco de frases cazadas al vuelo de las noticias o de internet, insertadas más o menos con calzador para dar barniz de modernidad. Sólo una voz de microcosmos que cuenta dramas de diversa intensidad sin apenas alzarse. La trama claustrofóbica en ese pequeño pueblo aislado, seco en un tiempo indeterminado, apela a las grandes emociones. Pequeños misterios que como una marea de fondo levantan olas al final de los capítulos y, como mandan los cánones, terminan en alto.

Más efectiva que efectista, en la novela los capítulos se van cociendo como un guiso, subiendo la temperatura literaria mientras burbujean en la olla la precariedad de la vida, el peligro de los secretos, la fuerza de los sentimientos. Su estilo, que parece oral, como un cuento de viejas, vuelve la narración ajena a pretensiones, tan desnuda que a veces resulta pobre (destaca alguna incoherencia en tiempos verbales), aunque también deja buenos detalles.

Elogio unánime
Los libreros han elogiado el libro unánimemente, y es por algo. Unos pocos más como éste pueden hacer más por la lectura que tantos planes de fomento, y eso que, más que una novela, «Belfondo» parece un ejercicio literario. Superado con éxito, ahora Díaz tiene la obligación de apuntar alto, de saldar sus deudas con Martín Gaite, de abandonar Comala o Macondo y encontrar una voz personal, hacer su auténtica aportación. De momento, ha conseguido lo que buscaba: a disfrutar.

«Belfondo»
Jenn Díaz
Principal de los libros
160 páginas. 17 euros.