Religion
Alegres
Junto al segundo pilar del coro, a la derecha del lado de la sacristía». Recuerda el lugar con toda exactitud años después. En un día de Navidad, Paul Claudel tuvo una experiencia que transformó su vida. Fue una iluminación instantánea que le abrió rotundamente, a él que se movía en la increencia, a una fe confiada. La razón que le impulsó a creer, fue así de sencilla: «Las gentes que creen son felices». No tuvo necesidad de romper ninguna estructura del positivismo que le encerraba. Simplemente la abandonó; se salió de ella. Dejar transparentar la alegría –segundo fruto del espíritu que posee quien vive en la fe– sigue siendo hoy un gran testimonio. De modo semejante a cómo la luz brilla más en la oscuridad nocturna, la alegría es más notoria en un ambiente de tedio, miedo o mal humor. La alegría es el talante de quien vive gozosamente, con profundidad cristiana las alegrías, pacientemente las dificultades, esperanzadamente el dolor, estribando esa alegría en su confianza en Dios: es la fe hecha vida.En el extremo opuesto están los que se sienten avergonzados o acomplejados de transparentar la fe en su vida ante el ateo o el agnóstico, como si en algo le superaran en cuanto tales. Una u otra postura tienen mucho que ver con la profundidad y tensión en la vida interior: la del Espíritu en nuestra alma. En una conciencia creyente, pero donde la imagen de Dios es oscurecida o mutilada, no hay capacidad de provocar el interrogante, desde la alegría existencial, a quien se debate en la increencia.
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