Estreno
Algo huele a podrido
«Hay que purgar a Totó»
Autor: G. Feydeau. Dirección: G. Lavaudant. Reparto: N. Espert, J. Bosch, G. de Castro, T. Pozzi... Teatro Español. Madrid.
La misma intelectualidad que machacó siempre –justamente– a tipos como Alvaro Vitali o Benny Hill, acepta dentro del canon cultural un texto como «Hay que purgar a Totó», tan escatológico y falto de gracia como cualquiera de las películas del «Jaimito» italiano o el sátiro inglés, aunque avalado por la etiqueta de clásico. Georges Feydeau estrenó esta sátira social de niños estreñidos y orinales en 1910.
Comedia costumbrista, con visita a un hogar burgués que puede hacer medrar al anfitrión, los verdaderos protagonistas son, sin embargo, un cubo de aguas fecales y un laxante, que arruinarán el lucrativo negocio. Hay poca sorpresa vodevilesca: la función es la crónica de un fiasco anunciado desde que aparecen en escena la insoportable esposa y el hijo malcriado.
La bella escenografía de Jean Pierre Vergier, de ángulos imposibles, subraya ese punto cercano al absurdo que tiene el texto: no es Jardiel, pero algo se intuye... Y en ella el director francés, que repite con Nuria Espert y Jordi Bosch después de «Play Strindberg» –otro combate conyugal, aunque de más altura–, vuelve a ofrecer una interpretación enérgica y acertada del texto.
La Espert había pregonado su salto a la comedia. Lo cual no es exacto: sigue, de hecho, haciendo de Medea; en rulos y bata de ama de casa zafia, pero incapaz de escapar a la frase lanzada como un puñal, sin entender los matices del humor. A su lado, en cambio, un gran Jordi Bosch conquista con cada gesto de sorpresa, con la exasperación y el hastío de su personaje, en una interpretación memorable. Gonzalo de Castro sabe leer con inteligencia sus papeles y lo hace una vez más en su «cornudo», breve pero divertido. Con su metro cincuenta de gamberrismo, Tomás Pozzi resulta un niño repelente como el estreñido Totó, pero de eso se trata.
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