Literatura

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Belleza y talento (II)

La Razón
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Para prevenirme de los estragos que pudiera causarme cualquiera de aquellas perturbadoras mujeres del nueve largo, me dijo el detective Fuller una noche en el Savoy: «Conozco esa clase de material, muchacho. Halagan tu masculinidad y tus modales, te ríen cualquier cosa que digas y la mitad de las que calles; a tu lado fingen olvidarse del tiempo, como si las agujas de su reloj hubiesen quedado atrapadas como ciervos en las entrampadas agujas del tuyo; y al echarle el abrigo sobre los hombros, te harán sentir paternal y a la vez perverso, como si en su habitación te esperase esa misma noche una delirante mezcla de literatura, caballa e incesto»... «No te fíes de su aparente ternura, hijo, ni de su falsa vulnerabilidad, y piensa que las cárceles están llenas de pobres desgraciados que sucumbieron a los encantos de una de esas mujeres turbias y hermosas que lo que buscan en las manos de su amante ocasional no es la delicadeza de una orquídea, muchacho, sino la aplomada puntería de su revólver». Fue un buen consejo pero he de reconocer que no me sirvió de mucho. Yo era demasiado joven y frente a las mujeres mi vanidad estaba hecha a la medida de su codicia. La mirada de una mujer hermosa me hacía entonces el mismo efecto devastador que cinco tragos de bourbon en mitad de una resaca. Me conformaba con la resplandeciente superficie de las fulanas que frecuentaban «Short's» y no me importaba que incluso pareciesen capaces de cometer una falta de ortografía al puntualizar frente al espejo su mirada con el lápiz de ojos. Fue allí donde conocí de madrugada a Lena McCain, una mujer que a mí me pareció que tenía en su sonrisa la brida desganada de un caballo enfermo. Nuestras miradas se tropezaron en la bruma de nuestros cigarrillos. Me sonrió con una mezcla de amargura y complacencia, como si el ácido de la sonrisa acabase de picarle una muela. ¡Dios Santo! Lena McCain me pareció entonces reluciente y desolada como el reflejo de una piscina en la que tal vez se estuviese ahogando el agua...