Murcia
Bienvenido hermano
Ayer, fiesta de San Alfonso María de Ligorio -gran enamorado de la Virgen María- «tomamos posesión» de un nuevo Pastor para nuestra Diócesis cartaginense. Perdonad la expresión, quizás extraña, pero al menos así entendí yo en mi formación del seminario, en el cual tuve como primer rector a D. José Manuel Lorca Planes, la tarea sacerdotal: un darse y entregarse sin medida, una disponibilidad total a los planes de Dios mediados por los pastores de la Iglesia, un expropiarse de uno mismo para ser sólo de Dios y, en Él, de todos.¡Bienvenido a casa! Ciertamente que la casa de un Obispo es la diócesis a la que sirve, pero para los que le hemos conocido «de joven», para los sacerdotes que fueron y fuimos sus compañeros, para su familia, para tantos niños jóvenes, adultos y ancianos a los que alentó y sirvió, es como volver a abrazar al hijo, hermano o amigo que ha estado de viaje y vuelve a casa. En Totana y Yecla por aquellos finales de los 70, por toda la Diócesis en el equipo responsable del Movimiento Junior, desde la secretaría episcopal, en el Seminario como Rector, y como compañero y hermano en el ministerio o desde los cargos de responsabilidad, siempre te he sentido servidor cercano. En la diócesis turolense y en las tierras aragonesas has procurado el contacto con los jóvenes de un modo actual, en su mismo lenguaje, ha luchado por hacerles entender la llamada vocacional que desde el Bautismo todos hemos recibido de Dios, y que para algunos se traduce en una especial consagración para ser «ministros del altar». El mundo que nos toca vivir, nuestros vecinos, necesitan sacerdotes que les hagan presente en cada Eucaristía al que es «el Pan de vida», el que dijo «quien viene a mi no pasará hambre y quien cree en mi no pasará sed». ¡Cuánta hambre por saciar, cuánta sed por apagar hay a nuestra alrededor! Y no sólo material, sino y sobre todo, hambre y sed de amor y de felicidad, que conduce a tantos hermanos nuestros a buscar y seguir sucedáneos que esclavizan y destruyen. Son necesarios sacerdotes que, al celebrar la Eucaristía, nos entreguen el mayor tesoro de la humanidad, a Jesucristo, el Hijo de Dios, vivo y resucitado, alimento para la vida del mundo, y que nos alienten a buscar «el alimento que no perece, que perdura para la vida eterna».¡Bienvenido hermano! Nos tienes disponibles para seguir amando a este mundo que Dios quiere con infinita misericordia. No temas, no dudes… porque, como se nos dice en el sacramento del Orden: «Él, que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término». Todo es obra de Dios. Sea alguien Obispo, monaguillo o fabricante de cepillos de dientes, cuando se busca a sí mismo se pierde; cuando deja que todo sea para la gloria de Dios, hasta nuestros fracasos humanos, entonces nunca perderá su vida. La Virgen dejó que Dios terminase en ella la obra buena. ¡Bienvenido!
*Capellán de la UCAM
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