Ferias taurinas

De Justo primera oreja de San Isidro

La Razón
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Madrid- El público de ayer en Las Ventas se aburrió hasta la salida del sexto toro, de preciosas hechuras y cornamenta; Apesar de que el primero, muy suave, también se debe calificar como superior. Lo malo fue que su matador, De Mora, no supo aprovecharlo por falta de alegría y ambición. Dio muchos paseos e hizo demasiadas pausas que enfriaban a los expectadores. Claro, que es un decir porque la faena nunca llegó a calentarlos. Tampoco Joselillo, con un potable segundo, les ofreciío algo para interesarlos. Mucha voluntad, escaso temple y nula estética. Los toreros deben asumir que el público va a la plaza a divertirse y, por tanto, tienen que ofrecer entretenimiento, más cuando el enemigo tiene posibilidades. De Justo, que posee un bonito estilo, tiene, por el contrario, el gran defecto de no cruzarse jamás. No lo hizo con el sobrero tercero, no demasiado claro, ni con el excelente sexto al que debió intentar al menos cortarle las dos orejas. El público respondió Se consumó la primera corrida de esta larga feria y el público, que casi llenó la plaza, respondió. Por tanto, es obligación ineludible de ganaderos y toreros darlo todo en justa correspondencia. Las Ventas y su gente se lo merecen. Eugenio de Mora realizó una sosa faena al suave primero, justito de fuerzas pero con buen son, en el centro del ruedo. Dio muchos muletazos, diestros y siniestros, todos en línea, sin «arrebujarse» con el toro, por lo que no caló en el personal. Labor con muchas pausas, idas y venidas, que enfriaban al tibio público. Con el cuarto, un toraco pasado de kilos que embestía a cabezazos, puso mucha voluntad, en balde. En los primeros muletazos por bajo pareció que el animal colaboraría pero en el primer derechazo, le echó la cara arriba con malas intenciones. De Mora probó por el pitón izquierdo, con el mismo resultado. Faena voluntariosa a un animal descastado, flojo y de poco recorrido. Joselillo no entendió al segundo, al que había que taparle la cara con la muleta y cruzarse para que no se fijara en él. Faena voluntariosa aunque deslucida por abusar de los cites fuera de cacho y de no encelar al animal con el engaño. Comenzó la faena al quinto en el centro del ruedo con un pase cambiado y varios derechazos, muy forzados. Continuó con la diestra y logró dos muletazos largos que hicieron concebir esperanza; al tercero se le paró en la mitad de la suerte. A partir de entonces, la tónica fueron las bruscas arrancadas de la res que además las remataba con derrotes a la cara. Joselillo prosiguió la lucha hasta que el animal, cada vez peor, lo desarmó y lo hizo correr. Emilio de Justo comenzó bien la faena al tercero, con pases por bajo, lo que hizo presagiar un éxito. El toro embistió aceptablemente no más de en 18 arrancadas, que el torero, fuera de cacho y muleta retrasada, no supo aprovechar. El toro tenía templanza y De Justo lo toreó demasiado rápido. La faena del excelente sexto, valerosa y con destellos artísticos aunque sin la emoción debida. El toro embestía con mucha nobleza y suavidad y el torero tardó en captarlo. La labor tuvo su mérito pero le faltó conjuntarse más con la res, para lo que debería haberse cruzado y haber dejado el engaño en la cara para ligar los muletazos. Con un toro así es necesario, si se quiere llegar arriba, jugarse el todo por el todo; es decir, tirar la moneda al aire y envidar en la apuesta. No obstante, cortó una oreja que le valdrá de mucho aunque le hará ver, en estas ocasiones, que no es tan fructifera como debiera.