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«El aborto es reprobable no puede ser algo natural»
En una semana en la que hemos conmemorado el aniversario del 23-F, Sabino Fernández Campo es también noticia por apoyar, junto a un nutrido grupo de académicos, un manifiesto a favor de la vida humana desde la concepción hasta la muerte.
La figura de Sabino Fernández Campo estará siempre ligada a la Casa Real, de la que fue secretario general desde la llegada de Don Juan Carlos al trono hasta entrada la década de los 90 –los últimos años como jefe de la Casa del Rey–. Su papel relevante junto al Rey durante el golpe de Estado del 23-F le ha convertido en uno de los personajes clave de aquellas horas que marcaron nuestra historia. Fernández Campo cuenta que ha recibido muchas ofertas para escribir lo que pasó en aquella madrugada, pero que él sólo lo ha escrito para él. Tras su retirada de la escena pública, don Sabino ocupa su cargo en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Junto a un centenar de académicos de ésta y otras Reales Academias, el asturiano ha suscrito un manifiesto en defensa de la vida humana en el que alertan del «gravísimo proceso de depreciación de la vida humana».
Con la reforma de la Ley del Aborto en marcha para convertirla en una ley de plazos que permita el aborto libre hasta la semana 14 sin tener que dar justificación alguna, con una Ley de Investigación Biomédica que permite la experimentación con embriones para fines terapéuticos y con el debate abierto sobre la eutanasia, caldeado por el reciente proceso de muerte de Eluana Englaro, un nutrido grupo de académicos, de todas las Reales Academias de España, ha lanzado un manifiesto para advertir a la sociedad de las graves consecuencias de este proceso.
–Don Sabino, usted es uno de los firmantes de este manifiesto. ¿De dónde surge la idea y por qué se decide a firmarla?
–A mí me contactaron cuando ya estaba redactado. Me lo mandaron, lo leí, y como estaba totalmente de acuerdo con lo que allí se decía, lo suscribí. Creo que era totalmente conveniente apoyar la defensa de los derechos que el texto plantea, que son el respeto de la vida humana.
–Destaca el documento que, desde que en 1985 se despenalizó el aborto, la situación no ha hecho más que empeorar. ¿Tan grave es?
–Están enzarzadas las cosas, sí. Esta reforma de la Ley del Aborto que propone ahora el Gobierno, para hacerla más permisiva, es la constatación clara de que oficialmente se quiere ir cada vez más lejos. Eso es evidente, todos lo vemos. Yo, como persona católica, y que a veces quisiera ser más católico de lo que soy, tengo claro que, para mí, la vida humana es muy importante, lo más relevante que tenemos y que está en manos de Dios, exclusivamente, no en manos del hombre.
–Sin excepciones...
–Por supuesto que veo que, a veces y sólo a veces, en circunstancias excepcionales, el aborto puede llegar a ser justificable. Hay casos muy especiales, como cuando el niño viene con malformaciones tremendas que le impiden vivir. Pero lo que no puedo concebir es que el aborto se vea como algo natural, que se pueda hacer cada vez más allá, a más semanas de embarazo. Desde el punto de vista ético, moral y religioso, el aborto me parece reprobable. Tendrían que ser casos muy excepcionales en los que estuviera justificado. Pero incluso a mí me cuesta encontrar qué casos serían esos para llegar a tomar tal decisión.
–El manifiesto también reprueba la experimentación con embriones humanos y argumenta para ello que «el patrimonio genético desde la fecundación es único e irrepetible». ¿Qué opina a este respecto?
–Creo que no deberíamos jugar con esas cosas. Yo entendería que se hiciera si fuera beneficioso. Sí se pueden obtener ventajas, por supuesto. Pero lo cierto es que no se sabe qué se va a conseguir, hoy en día es simple experimentación y para llevarla a cabo se está manipulando la vida humana. La vida proviene de la Altura y no se debería jugar con ella. Nunca.
–Y la tercera cuestión que ponen sobre la mesa es la eutanasia...
–En este caso yo estoy conforme con aliviar el dolor y con poner todos los medios necesarios para curar a las personas. A veces hay casos insospechados en los que, cuando se da una vida por perdida, al final se consigue recuperar. Pero aunque éste no sea el caso, y el enfermo no tenga curación, no somos quién para acelerar la muerte. Estamos en manos de Dios. No sabemos si el sufrimiento en esta vida nos puede salvar en la otra. Yo, a mis 90 años, me siento en una situación de tránsito entre esta vida y la otra, y quizá por eso soy más sensible a este sentimiento del final de la vida humana: aliviar el sufrimiento, pero nunca precipitar la muerte.
–¿Qué le ha parecido el revuelo que ha causado la muerte de la italiana Eluana Englaro?
–Es natural que cause revuelo. Es lo mínimo, porque se trataba de matar a una persona. Aunque su sufrimiento y el de su familia debía ser enorme por la situación de la joven, prolongada durante tantos años, estas circunstancias adversas son pruebas que Dios nos manda y que hay que sufrir.
En España no deberíamos ir a parar a eso porque es un abandono del ser humano vergonzoso y cobarde. Pero siempre refrendaré la utilización de todos los medios que estén al alcance de nuestra mano para que el enfermo no sufra, para mitigar el dolor en esas situaciones.
–¿Y qué se podría hacer para revertir esta tendencia del Gobierno español a ser cada vez más libre en estos temas que afectan a la vida humana?
–Para mí es fundamental la religiosidad, pensar que hay una vida futura cuando termine ésta. Creo también en el rigor del castigo... Ahora mismo, diciendo esto, me siento como un predicador. Puede que sea mi temor, por tener 90 años cumplidos, lo que influye en mis palabras y en creer así. Pero es lo que siento.
–Vivimos unos días políticamente revueltos. ¿Cómo ve el ambiente político actual?
–Estas guerras continuas entre los políticos no me gustan nada. Los partidos se dedican exclusivamente a echarse la culpa unos a otros. Dedican su tiempo a buscar la crítica del contrario, pero ninguno hace una labor digna de elogio. Yo creo que para salir adelante en unos tiempos difíciles como éstos es mejor estar todos de acuerdo, tal y como se hizo en la Transición. Es la única manera de remontar.
–Quince años después de dejar su cargo como jefe de la Casa del Rey, ¿qué relación mantiene con la Familia Real?
–Mi relación es buena, pero muy distinta a la que tuve cuando ocupaba el cargo de secretario general de la Casa del Rey y jefe de la Casa del Rey. Ahora les veo cuando coincidimos en algún acto. Nos saludamos, charlamos, pero ya no hay ese trato diario. No obstante, como siempre, les admiro y les deseo lo mejor.
–¿Y con los Reyes en concreto?
–Los veo de cuando en cuando. Los Reyes y mi mujer y yo almorzamos en ocasiones juntos y cambiamos impresiones. Pero la relación es mucho más lejana de aquella que era diaria, de la mañana hasta la noche y, a veces, hasta altas horas de la madrugada.
–¿Cuál fue su peor y su mejor momento en la Casa Real?
–Yo de la Casa Real guardo muy buenos recuerdos. Los Reyes son excepcionales: la Reina es admirable y el Rey, una persona muy simpática. Así que todo el tiempo que estuve allí estuve feliz y muy honrado de que se me eligiera para ese puesto, que no sé por dónde vino la cosa... Pero si hay que elegir uno malo, lo peor fue el 23-F. Fue un momento muy grave, porque no sabíamos cómo iba a acabar aquello. Por tanto, el contraste entre lo mal que lo pasamos esas horas y lo bien que lo pasé cuando se arregló, al saber que se había superado una cosa tan difícil, son los dos momentos con los que me quedo. Lo malo y lo bueno la verdad es que al final se compensaron.
–¿Tanto sufrieron por la incertidumbre en esas horas del 23-F?
–Sí. Fue un momento muy grave, no se sabía cómo iba a acabar aquello. Fueron horas complicadas en las que no sabíamos hasta dónde llegaba el problema. Y hubo dificultades con el mensaje del Rey y para saber lo que estaba pasando... en la medida en que se podía saber, claro. Pero cuando los guardias empezaron a salir por una ventana, se vio que la cosa había terminado y fue una satisfacción grande, porque fue de los momentos más tensos de la estancia en la Casa Real.
–¿Cree que la monarquía tiene cuerda para rato?
–Yo siempre soy muy optimista con el futuro. Con el de la monarquía y con el mío propio, y eso que ya tengo 90 años. Ser optimista es siempre una ventaja, porque el futuro lo desconocemos, no sabemos lo que va a pasar. E igual no llega, que igual llega y puede ser muy agradable.
–¿Qué le parece que la pequeña Infanta Leonor pueda llegar a ser reina?
–Pues yo creo que hoy en día no está justificado ese privilegio del varón sobre la mujer. Habría que modificar la Constitución sobre este aspecto. Pero me da miedo que se toque la Constitución. Son leyes tan importantes que cuando se tocan no se sabe hasta dónde. A lo mejor se modifica para algo pequeño y se acaba de mala manera, aprovechando para hacer un referéndum sobre la aceptación de la monarquía. Así que, hoy por hoy, yo creo que debemos esperar a ver lo que sucede, los Príncipes pueden tener un niño y hay tiempo para educarlo para Rey, que siempre conviene.
–¿Lo tiene difícil Don Felipe con el ejemplo de su padre?
–Bueno, su padre tuvo mucha suerte. Intervino y dirigió una Transición que se llevó a cabo con gran éxito y venciendo muchas dificultades. Ojalá supiéramos vencerlas en todos los momentos difíciles para España, con la unión, con la renuncia a muchas cosas que uno quiere, pero para unirse a los demás. Yo creo que eso es importante y que se puede repetir en los momentos importantes. Ojalá fuera así y nos sirviera como ejemplo la Transición.
–¿Leeremos alguna vez lo que usted ha escrito sobre el 23-F?
–Bueno, yo escribí lo que presencié y luego puede haber un poco de imaginación en cuanto a lo que pasó. La verdad es que hay una figura como Tejero difícil de explicarse porque yo creo que no era ésa la idea primitiva de los golpistas. Pretendían sólo crear un gobierno de concentración, con representación de todos los partidos políticos... Pero luego no sé por qué se fue a parar a eso, quizá les pareció un punto de partida más eficaz convertirse en los liberadores de los diputados que estaban en el congreso. No lo sé.
–Este año se ha conmemorado mucho aquel episodio de nuestra historia más reciente, incluso con una serie televisiva...
–Ha sido el vigésimo octavo aniversario. Una cifra rara... Pero bueno es recordarlo para que no se repita.
Un personaje «clave» en la sombra
Sabino Fernández Campo alude varias veces en la conversación a su edad, y a ese «sentimiento» de encontrarse en una etapa de transición entre la vida mundana y la eterna. Pero, con sus 90 años cumplidos, don Sabino mantiene la seriedad del teniente general que es, pero también el sentido común, la exquisita educación y la cordialidad en el trato que le convirtieron en la persona de confianza de Don Juan Carlos durante sus primeros 15 años de reinado, los más interesantes políticamente, con momentos como el golpe de Estado del 23-F. En todos esos años, este asturiano ejerció de mano derecha, consejero y fiel amigo. Nunca sabremos el verdadero peso de su figura en el rumbo que tomó nuestra historia.
«Lo que viví la noche del 23-F lo he escrito sólo para mí»
Sabino Fernández Campo guarda celosamente en sus memorias su experiencia en el intento de golpe de Estado de 1981, un relato que vivió en primera persona y que, al menos de momento, permanecerá en el ámbito privado. Pese a que ya se han escrito varios libros que intentan recoger los testimonios y las claves de una fecha con muchos interrogantes, el ex jefe de la Casa Real descarta hacer públicos sus propios escritos de lo acaecido aquel día de febrero.
–Le habrán ofrecido muchas veces escribir un libro con su versión del 23-F...
–Sí, pero nunca me ha interesado. Yo he escrito mis memorias sobre lo que viví aquella noche, pero lo hice sólo para mí.
–¿Sabremos alguna vez lo que realmente ocurrió?
–La verdad es que es muy difícil saber lo que ocurrió realmente en esas horas.
–¿Qué le pareció la recreación de los hechos que se hizo en televisión?
–Muy adecuada. Dentro de lo que sabemos que pasó, la recreación fue muy adecuada. Ya le digo que es muy difícil saber lo que realmente ocurrió en aquellas horas.
–¿Suelen reunirse para conmemorar la fecha del Golpe de Estado?
–No, pero este año sí que nos juntó José Bono, a comer en el Congreso de los Diputados, y eso que era el vigésimo octavo aniversario. Una cifra rara... No quiero pensar lo que harán cuando sea el número cincuenta... en el que pienso estar.
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