Inma Turbau: «El boom tapó a muchos escritores»

Hay fantasmas que viven en el Palacio de Linares, sede de la Casa de América, que se levantan por la noche y deambulan por sus vetustas salas de madera crujiente, estanterías tostadas, cortinas de terciopelo rojo, incluso en sus sótanos hay pasadizos que se comunican con el Banco de España, en el otro lado de las Plaza de Cibeles. Esa es la leyenda. Lo que fue el dormitorio de la primera marquesa de Linares es ahora el despacho de la directora de la Casa de América, Inma Turbau (Gerona, 1974). Mira por la ventana mientras hablamos y observa el tráfico enmudecido por esa pesada decoración segundo imperio francés. Es extraño, pero a esta mujer menuda y de ademanes enérgicos y veloces, si le dieran a elegir una ciudad latinoamericana para vivir no dudaría en optar por México D. F., «posiblemente una de las ciudades más creativas que conozco». Creada en 1992, la Casa de América no llegó a tiempo, afortunadamente, para florituras sobre el destino común con nuestros «hermanos latinoamericanos». Si algún tono no tiene cabida en su manera de hablar es el del paternalismo, por eso una de los proyectos en los que está trabajando trata de vincular a los creadores hispanos que viven en España con «modelos de éxito». «No sólo hay que hablar del fracaso, de delincuencia, de bandas, también hay que hablar del éxito», dice, y no se extraña que en una encuesta reciente muchos emigrantes latinoamericanos afirmasen que no se sienten españoles: «No se puede pedir que se generen sentimientos de la noche a la mañana. Lo que sí es posible es que defiendan este modelo de democracia. A la gente no se puede quitar la identidad; ese ha sido el problema que ha habido en la periferia de las ciudades francesas». Conoce bien la literatura hispana y observa con atención la irrupción de Roberto Bolaño en el mercado de EE UU, pero prefiere («lo raro es que no triunfase en vida») llamar la atención sobre una autor en activo y que tiene mucho que decir, Junot Díaz, autor de «La maravillosa vida breve de Óscar Wao». «El ¿boom¿ ha tapado a una generación de escritores latinoamericanos», dice.