Londres
El hombre que viajó en el tiempo
Una autobiografía repasa la vida del autor de «La guerra de los mundos»
En la primavera de 1932, un lacónico Herbert George Wells (Kent, 1866-Londres, 1946) se dispone a rememorar su vida. Su tono al dirigirse al lector es meditabundo, como si hubiera disfrutado de los goces terrenales y cometido todos los pecados, y tales cosas no le hubieran llevado a buen puerto. «Me hallo menos capaz que antes de proseguir con mi obra (...) Me invade una sensación de crisis; de que ha llegado el momento de reorganizar mi paz», dice en la introducción. Y pese a ello, este Wells ávido por encontrar una morada donde sentarse a escribir, abrumado por tantas emociones vividas, llena casi 800 páginas de una vida literaria y socialmente intensísima. Este «Experimento en autobiografía», con el que Wells pareció psicoanalizarse –son continuas sus referencias a la psicología, y cita pronto a Jung– tiene el subtítulo: «Descubrimientos y conclusiones de un cerebro muy normal (desde 1886)». Y es que el autor se ve a sí mismo con una inteligencia modesta, que se despertó a los siete años mediante las lecturas que hizo cuando se rompió una pierna –«un golpe de buena suerte»– y tuvo que estar inmovilizado un tiempo. Wells habla con detalle de su modestísimo hogar, de sus padres (un jardinero y una doncella), de su conflictiva religiosidad, de su paso por un colegio privado «dickensiano», de las etapas de pobreza y de su incorporación al mundo laboral en plena adolescencia como mercero o boticario... Se trata, como explica su traductor, Antonio Rivero Taravillo –en su blog «Fuego con nieve», el 10 de abril– de un Wells «muy vívido en el testimonio de anécdotas pero espeso en la exposición de ideas».Inquietudes científicasLa edición que el lector tiene al alcance está muy cuidada: ofrece fotos, cartas, poemas y dibujos del autor, y aunque en efecto Wells se demora en exceso en asuntos mínimos, el conjunto tiene un interés máximo: el lector conocerá no sólo la existencia a fines del siglo XIX y principios del XX en Londres y sus alrededores, y la intimidad del protagonista –sus dos esposas, por ejemplo, más algunas aventuras– sino, cómo Wells va formando su peculiar voz narrativa, tan asentada en sus inquietudes científicas (estudió física y química y su primer libro fue de biología). El hombre que creó novelas como «La máquina del tiempo», «La guerra de los mundos», «El hombre invisible» o «La isla del doctor Moreau» (lo que se dio en llamar «literatura de anticipación»), logró un estatus intelectual fuera de serie. Siguiendo el tópico, nada de lo humano le fue ajeno a Wells, siempre curioso en temas como la sexualidad, la sociología, la economía o la educación. Se convirtió en una personalidad visible de continuo, en una máquina de producir literatura, y esta autobiografía le sirvió de terapia: «Mediante la escritura salí de ese estado de descontento y me olvidé de mí», dice al final de modo paradójico, pues al adentrarse en sus pensamientos pareciera que Wells se liberó de la profunda carga de arrastrar un pasado caótico y complejo.
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