Caso Marta del Castillo
El peine y las esposas
De las entrañas de la mina de Camuñas han salido 204 carretillas repletas de arena, maderas y cal con las que los milicianos enterraron, durante siete décadas, su crimen. Pero entre tanta tierra se escondían también las pruebas del delito. En la misma boca del pozo, el dueño de la finca donde se encuentra la mina, José Antonio Rodríguez de Tembleque, observaba ayer algunos de los objetos rescatados junto a los huesos, entre ellos una bala y un alambre de cobre utilizado para hacer de improvisadas esposas del condenado. Sabe muy bien lo que significa, porque su abuelo fue de los primeros en caer. Sin embargo, efectos personales hay pocos. Entre ellos pueden verse, por ejemplo, una moneda que escapó al control de los verdugos y, para sorpresa de todos, un peine posado sobre la cadera de uno de los esqueletos, justo donde hace 70 años estuvo un bolsillo.
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