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abrá que preguntar si además de que en Galicia existen las «meigas» se puede decir que en el Bernabéu «haberlas haylas». Los defensas centrales, desde tiempos de Benito, padecen lesiones sin cuento. Ayer no estaba Pepe, otra vez. La solución era Heinze y hubo que sustituirlo a los pocos minutos. El Madrid tiene soluciones con jugadores polivalentes como Ramos. Hay técnicos que prefieren a éste en el centro de la defensa. El chico, aunque ahora pide aumento de sueldo, trata de ganárselo siempre en el lateral o en el centro de la zaga. Ayer tarde estuvo a punto de convertirse en protagonista el juez de línea Rafa Guerrero, quien anuló un tanto a Oliveira. Acertó. Habría sido dramático que se hubiera equivocado porque fue en La Romareda cuando dijo aquello de «penalti y expulsión» y sonó el «no me jodas, Rafa». Desde aquél día a Rafa se le mide con rasero similar al de los árbitros. Por la diana anulada no tendrá coñas en Zaragoza. Oliveira, cuando se retiraba al vestuario, le felicitó, detalle infrecuente en los campos de fútbol. Reconocer los aciertos de los jueces suele costar. Sobre todo, cuando le restan a un futbolista su instante de gloria.

Al Madrid no le sentó bien la vuelta al cole. Las fiestas, que tuvieron mala digestión en Copa contra el Alicante, no parece que hayan servido para grandes mejoras en el juego madridista. Después de ganar en el Camp Nou todo se prometía color de rosa. Contra el Alicante tuvo que surgir Guti a última hora. Frente al Zaragoza, providencialmente, como es costumbre, Casillas. No fue superior el Madrid y, sin embargo, ganó. Perdonó demasiado el Zaragoza. Con Guti en el segundo tiempo llegó la victoria madridista.

Al Madrid le llegó su momento. El pase de Robinho lo aprovechó Van Nistelrooy y el esfuerzo zaragocista se quedó en agua de cerrajas. El equipo madrileño, al estilo patrocinado por Etoo en el Barça, prefirió ganar a enamorar.